César Iván Lara: De una autoestima sin límites nace la efervescencia del músico venezolano
En una entrevista concedida a Fundamusical Bolívar, el conductor mirandino asume al mismo tiempo las personalidades de músico, profesor, director y compositor, para exponer, en su visión, por qué El Sistema ha hecho del arte una esperanza
Hoy, cuando lleva en su haber la formación de destacadas orquestas sinfónicas juveniles del interior del país, principalmente de Táchira, Mérida y Falcón, el director venezolano César Iván Lara no duda en decir que “nuestro arte, el que hacemos dentro de El Sistema, suena a esperanza”.
Desde pequeño, su personalidad introvertida lo acercó a la música; los elementos tempestuosos de la juventud lo llevaron a perfilarse como compositor, y su afán de conocer el por qué los directores hacían acotaciones -que él detrás del atríl consideraba erradas-, marcó el inicio de Lara como líder a la batuta de una orquesta.
Este músico mirandino se inició como percusionista en el núcleo de Los Teques, su ciudad natal. Formó parte de la Sinfónica Juvenil de Caracas cuando era dirigida por el maestro José Antonio Abreu y luego ingresó a la fila de percusión de la Orquesta Sinfónica Simón Bolívar de Venezuela, agrupación de la cual es director asociado en la actualidad. Todos roles que ha desempeñado para catapultar con sello particular la música clásica, pero siempre fiel a su querencia inagotable por lo hecho en Venezuela.
Más de 30 años tiene César Iván Lara dentro del Sistema Nacional de Orquestas y Coros Juveniles e Infantiles de Venezuela, tiempo que le otorga la credibilidad para hablar de lo que este proyecto ha significado para él y para el país, así como los avances que en materia artística y social se han logrado.
-¿A qué se debe, según su opinión, el avasallante aumento de niños y jóvenes dentro de El Sistema, y el linaje musical que, desde hace algunos años, ha comenzado a proyectarse a nivel internacional?
-El primer elemento es la irreverencia con la cual nos entregamos a la música. No hay miedo ni barreras psicológicas. Desde el principio se juega con la música, se disfruta. Para hacer música, no hay que prepararse durante 10 años en un conservatorio. De niño, yo era tímido e introvertido. La música se convirtió en un escape para mí, en mi acompañante, y todavía me sigue acompañando. En aquel entonces, la música llenó mi alma y mi corazón de un gran entusiasmo y una gran pasión; este es el virus que llega a los niños venezolanos. En otras partes del mundo, eso no se entiende. Cuando trabajé en Argentina, al enfrentarse al repertorio ellos se preguntaban: ¿Será que el niño podrá? Es decir, se ponen barreras. Y si algo nos ha enseñado el maestro Abreu con su filosofía, es que no hay imposibles. Dentro de El Sistema, el joven asume la música con naturalidad; así mismo lo hace el profesor y la familia. Allí está el secreto: un dote de autoestima sin límites de donde parte la calidad y la efervescencia del músico venezolano.
-Dentro de la labor formativa de orquestas ¿César Iván Lara ha aplicado una fórmula personal?
-El director debe tener, en principio, una idea del sonido que debe producir la orquesta. Quien no cuenta con ese elemento, no puede plasmar una personalidad única, la cual es diferente dependiendo de cada persona. En Falcón, Táchira y Mérida, se logró una forma de acercarse a la música muy personal. En el caso de las orquestas de Caracas, siempre hay algo que aportar. Por ejemplo, en el caso de la Juvenil de Caracas, con quien me ha tocado trabajar esta semana, he incentivado a los músicos a tomar decisiones, a que como grupo se comuniquen, porque el exceso de atención puede ser una perdición. Cuando el músico está excesivamente atento, hay estrés y presión, lo cual no es bueno. El director es como un doctor que censa las debilidades y fortalezas para entonces reforzarlas o incentivarlas.
-Desde su punto de vista, ¿cuáles han sido los avances que en materia de difusión y proyección de la música venezolana, incluyendo las creaciones sinfónicas de nuestros compositores, ha realizado El Sistema?
-Sin duda alguna, El Sistema ha permitido la creación de agrupaciones intérpretes de los diferentes géneros de nuestra música. Un ejemplo de ello, son las diferentes orquestas del Conservatorio de Música Simón Bolívar. Y un espacio importante a resaltar, es el que ahora tienen los compositores venezolanos. Gracias a El Sistema, nuestros creadores pueden plasmar su música en una partitura y luego escucharla en una orquesta. Eso antes no se podía. Sin embargo, pienso que todavía falta camino por recorrer. Es necesaria la sistematización, es decir, la posibilidad de erigir una escuela de nuestra música.
-Ya que hablamos del tema de la composición, ¿Cómo quien ha dedicado la mayor parte de su vida a la dirección, decide perfilar su pluma de escritor musical?
-La música jugó un rol importante en las cosas que yo sentía de niño. Poco a poco, esos elementos, a veces tempestuosos, fueron plasmados en papel ¡Rayé mucho papel! Entonces, el maestro Abreu vio un potencial en mí, y empezó a asesorarme con mi primera pieza que fue un concierto para violín y tímpani que estrenó el maestro francés Maurice Hasson. Pero en el camino me di cuenta que como percusionista tenía la necesidad de dirigir y que si quería seguir como compositor, tenía que crear un lenguaje propio. Cosa que vi muy dificil. Sin embargo, puedo decirte que ese rol está por resurgir. Recientemente, hice música para películas; he escrito varias adaptaciones de obras populares venezolanas, y tengo algunas piezas sin estrenar. Pronto arrancaré un proyecto de hacer música venezolana con los alumnos de la cátedra de composición del profesor Blas Emilio Atehortúa.
-¿A qué suena nuestro arte?
-Nuestro arte, el que hacemos dentro de El Sistema, suena a esperanza. Construimos un camino de esfuerzo y de natural expresión de nuestra identidad latinoamericana y venezolana a través de la música. El Sistema es, en gran medida, una esperanza para el país.