Ron Davis Álvarez: “solamente el trabajo colectivo puede hacer de este mundo, un lugar mejor”
El músico y docente venezolano, residenciado en Gotemburgo, visitó el país junto a la profesora Misuzu, pedagoga de El Sistema – Suecia. El propósito fue compartir las experiencias del trabajo pedagógico, artístico y humano que se desarrolla en los núcleos del Sistema Nacional de Orquestas y Coros Juveniles e Infantiles de Venezuela
Prensa El Sistema
Hace tres años, Ron Davis Álvarez, músico y docente proveniente de los núcleos de Guarenas y Guatire, llegó a Gotemburgo para trabajar con el modelo pedagógico y artístico aprendido en el Sistema Nacional de Orquestas y Coros Juveniles e Infantiles de Venezuela. En Suecia, país escandinavo, creó la Dream Orchestra (Orquesta de los sueños), una agrupación musical compuesta por jóvenes refugiados provenientes de países en guerra. Asimismo, imparte clases en territorios atenazados por el conflicto armado.
El éxito de su labor lo hizo merecedor, en 2017, de ingresar a la lista de los 50 mejores profesores del mundo, según la escogencia anual que hace la Fundación Varkey. Gracias a esta distinción fue invitado a integrar el grupo de ponentes de la Global Education & Skills Forum, un evento mundial sobre la educación que cada año se celebra en Dubai, y concentra a las mentes catedráticas más importantes del mundo. Nuevamente, este año Ron Davis Alvarez estará presentando sus experiencias en el país árabe.
El trabajo que ennoblece la labor de este joven maestro venezolano, inicia con los ideales del Maestro José Antonio Abreu, a quien adjudica su inspirada labor. La tarea de integración y acercar la música a los jóvenes es la bandera que utiliza, para hacer su aporte en la transformación de la sociedad. “Para cambiar al mundo, se debe entender en qué realidad vivimos y creer en las personas que tenemos a nuestro alrededor, por medio de eso se logra una auténtica participación”.
Los materiales de trabajo con los que siempre ha contado son su instrumento musical y sus ideas, sembradas por los diversos profesores con los que estudió. Con el propósito fijo de trabajar por un mundo más amable y humano, conformó la Dream Orchestra, que inició con tres alumnos y en la actualidad cuenta con varios grupos de distintos niveles. Con este resultado sorprendió a cientos de personas que asistieron a su ponencia en Dubai, y además se abrió camino para llevar música también a campamentos de refugiados en el Líbano, y otras regiones de Oriente Medio. En tan solo tres años, este aventurero maestro ha cruzado inhóspitos territorios, llevando el mensaje pacificador de la música y cumpliendo la labor multiplicadora que aprendió de manos del Maestro Abreu.
¿Cómo surgió la idea de formar una agrupación musical compuesta por jóvenes refugiados?
Fue en 2015. Estaba en una estación de metro en Estocolmo y vi que llegaban muchísimos jóvenes refugiados, sin compañía. Eran una gran cantidad y les daban agua y una banana. Me acerqué a un policía y le pregunté qué ocurría. Él me contestó, que esos jóvenes llegaban de Siria o Afganistán, y añadió, “vienen sin sus padres”. Me enteré después, que esos chicos realizan lo que llaman el viaje de la muerte, que es una larga travesía, y consiste en cruzar en balsa el mediterráneo; muchos de ellos pierden a sus amistades y familiares en el trayecto. En esa oportunidad, me preguntaba qué sería de ellos después o cómo los iban a reintegrar a la sociedad. En eso, recordé que el maestro José Antonio Abreu decía que “la música debe ser un derecho humano”, ahí me dije que debía hacer algo por esos muchachos.
-¿Qué método aplicó para impartir música a esos jóvenes con experiencias tan dramáticas?
-Lo hice del mismo modo que lo recibí yo, simplemente les acerqué la música. Porque, así se venga de la guerra, la pobreza, o incluso, de un estatus social holgado pero con carencias afectivas, la música nos habla a todos por igual. Y, cuando tienes la oportunidad de acercarte de manera honesta a ese arte y vislumbrar lo que puedes lograr por ti mismo usando ese canal, se convierte en una experiencia de cambio. Admito que nunca viví una guerra, ni tampoco he estado en medio de la explosión de una bomba, pero si conozco el poder transformador de la música; sé que la música puede hacerte sentir mejor y puede darte la oportunidad de ayudar a otros. Con esa premisa logré acercarme. Muchos me advirtieron lo complicado que podía ser, pero lo intenté. Agarré un violín, una viola y un chelo y llegué a una casa de refugiados. Allí los chicos estaban jugando pool, pero no me desanimé y les toqué el violín. Recuerdo que en esa oportunidad les hablé como lo hacía con mis muchachos en Guatire y Groenlandia, les hablé con el corazón. Fue así como empecé con tres, de la misma forma en que se forman los núcleos de El Sistema, con uno, dos, o con tres alumnos, hasta que el grupo va creciendo y se multiplica. Ahora hay 72 estudiantes en la orquesta.
-¿Cuál de las historias de estos jóvenes le conmovió en particular?
-Todos los días me pasan cosas muy fuertes, pero a la vez felices. En la orquesta varían los idiomas, comunicarse es difícil. Hace un año y medio, por ejemplo, un muchacho que ya tenía tiempo en la orquesta y que no podía comunicarse conmigo, me acompañó a una entrevista de medios, donde finalmente contamos con un traductor. Aprovechando aquella ocasión, me dijo lo agradecido que estaba de formar parte de la orquesta. No podía creer que por tanto tiempo el joven deseaba expresarme su gratitud. Recuerdo también la ocasión en que uno de los jóvenes de Siria estaba de cumpleaños. Mi esposa y yo le preparamos una torta, le hicimos una sorpresa, fue hermoso; pero, ese mismo día, él recibió la noticia de que su familia había desaparecido en un bombardeo. En esa oportunidad, reflexioné y pude darme cuenta de que nosotros lo que hacemos en la Dream Orchestra no es solamente música, lo que hacemos es construir una familia; también, construimos valores y fuerzas. Es lo que aprendí del Maestro Abreu, la fuerza de unirse o de inspirarse de manera colectiva. Es por eso que sigo convencido de que si trabajamos juntos, no solo transformaremos comunidades, sino también podremos librarnos de tantas guerras que hay en el mundo.
-¿Qué ha aprendido usted de estos jóvenes?
-Varias cosas, entre ellas, el valor a la vida, esto es importante. Ellos han hecho travesías tan arriesgadas que cuando te las cuentan, te dices que esas personas han estado muy cerca de la muerte, y ahí están ejecutando sus instrumentos. Entonces, sueles repetirte que hay muchísimas cosas por seguir aprendiendo.
-¿Y qué significa para usted ser una de las personas que siembra valores en esos jóvenes refugiados?
-Creo que es nuestro deber hacerlo. Porque el no multiplicar todo lo que hemos aprendido sería ser egoísta. Tenemos que difundir todas esas oportunidades que vivimos dentro de El Sistema, al lado de profesores internacionales y de gran categoría que nos instruyeron.
-¿Qué significa para usted estar calificado entre los 50 mejores maestros del mundo?
-Cuando me dijeron que estaba en esa lista me sorprendí, porque para mí representaba un reconocimiento a los maestros que tuve en Venezuela, Escandinavia y Groenlandia. Decir que estaba entre los mejores 50 maestros, me hizo verme como un resultado de lo que estos docentes lograron conmigo. Gracias a eso fui seleccionado como embajador de la Fundación Varkey en Dubai, y cada vez que me invitan como orador lo agradezco muchísimo. Al tener este reconocimiento, se tiene una gran responsabilidad, pues te conviertes en la voz de muchos que estuvieron detrás de ti. Aprovecho también para desde esa plataforma seguir mi sueño, que es hacer un programa que pueda apoyar a gente que quiera hacer arte, y un programa utilizando la música como propuesta de transformación social para jóvenes refugiados.
El orígen de los sueños
La labor que emprende el maestro Ron Davis está signada por la inclusión y la misión de acercar la música a tantas vidas como le sea posible. Y para continuar con sus planes sintió la necesidad de tocar de nuevo su tierra natal, y mostrar a uno de sus pares en Gotemburgo, la maestro Misuzu, el origen del método que le permitió crear la Dream Orchestra.
-¿Cómo descubrió su vocación con la docencia?
-Me formé dentro de El Sistema, específicamente dentro del mismo núcleo Guarenas – Guatire, y ahí descubrí que en la docencia existía lo que me apasionaba. Una de las oportunidades más grandes que te da El Sistema es poder enseñar lo que aprendes de inmediato. Esa oportunidad de demostrar todo lo que sabes la compartes desde la experiencia, lo anecdótico y técnico. En el núcleo me dieron la oportunidad de dirigir, enseñar y de extender la voz del Maestro Abreu, junto con las posibilidades de seguir avanzando. Todo eso me hizo descubrir una voz interior que me decía: lo tuyo es enseñar.
-¿Encontró desafíos para afianzar su vocación?
-Al principio estaba entre el violín y la enseñanza, pero en el 2011, viajé a Groenlandia, y allá descubrí que enseñar era lo mío, porque me encontré ante la dificultad del idioma. No tenía un lenguaje único para comunicarme, no había las facilidades que tenía en Venezuela con otros docentes a mi alrededor que podrían apoyarme, me encontré solo en medio de la nada. Sin embargo, comencé a enseñar lo que aprendí en Venezuela. En ese momento, supe que en Venezuela aprendí a construir y a crear; también, supe reinventar con todas las herramientas que tenía. Esa conexión de recordar de donde se viene es súper importante, es lo que me ayudó; eso ayuda a que se mantenga esa luz por salir adelante, siempre puedes estar aprendiendo o reinventando, esa conexión siempre será importante.
-¿Que apreció en esta visita que realizó a Venezuela junto a una representante de El Sistema- Suecia?
-La profesora Misuzu, quien nos acompañó y trabaja conmigo en la Dream Orchestra, es fan de El Sistema y deseaba mucho esta visita a Venezuela, para poder compartir conocimientos y algunas herramientas musicales. Cuando conoció el Núcleo de Los Teques, quedó encantada. El profesor Gregory Carreño nos mostró un trabajo que llegó a conmoverla. Nunca había visto a Misuzu mostrar sus sentimientos. Y en esta oportunidad lloró de felicidad, mientras me señalaba a los niños que tocaban música de alto nivel con sencillez, y algunos, incluso, cantando en gregoriano. Todo aquello la dejó fascinada.
-¿Y qué concluye después de tantas vivencias durante esta visita?
-Pudimos ir a Mamporal y a los ejes preinfantil de Caracas; también, visitamos el Núcleo San Agustín, Guarenas, Guatire, San Juan de los Morros y vimos el Programa Alma Llanera del Distrito Capital; Recorrimos el Centro Nacional de Acción Social por la Música, y tuvimos la oportunidad de ver un ensayo de la Bolívar. Fue emocionante ver varios programas en los núcleos donde me formé; ver que muchos de mis alumnos ahora son directores o líderes de grupo, o que incluso, tocan en las orquestas profesionales. Esto me confirmó, que hay jóvenes que desean sacar este país adelante. Por eso sé que solamente el trabajo colectivo puede hacer de este mundo, un lugar mejor.