Miguel Issa: “Carmina Burana tiene a prueba todas mis capacidades para crear”
El reconocido coreógrafo, bailarín, actor, docente y director de escena, Miguel Issa, es el responsable de acoplar la actuación de la Coral Nacional Juvenil Simón Bolívar, la Sinfónica Juvenil Ezequiel Zamora, bajo la batuta de Christian Vásquez, y a un grupo de destacados bailarines,quienes protagonizarán una cantata de los sentidos que promete marcar pauta desde la Sala Ríos Reyna del TTC
“Oh Fortuna, como la luna variable de estado, siempre creces o decreces; ¡Que vida tan detestable!…”. Así comienza (traducido al español) el famoso “Oh Fortuna!”, uno de los poemas más conocidos de la cantata de origen alemán Carmina Burana, que el próximo 17,18 y 19 de junio se presentará en la Sala Ríos Reyna del Teatro Teresa Carreño, convertido en un espectáculo sensorial y multidisciplinario.
Esta propuesta escénica de Amarú Producciones tiene 270 protagonistas, quienes han sido reunidos para crear un todo estético enfocado en estimular los sentidos del espectador. Esta producción agrupa a varios responsables del montaje final, encargados de amalgamar en escena, y realidad multimedia, la actuación de la Coral Nacional Juvenil Simón Bolívar, la Sinfónica Juvenil Ezequiel Zamora, bajo la batuta de Christian Vásquez, y a un grupo de destacados bailarines. Sin embargo, el peso mayor lo tiene el reconocido coreógrafo, bailarín, actor, docente y director de escena, Miguel Issa.
En sus manos está lograr la integración de todos los que convergen sobre el escenario de la Ríos Reyna, para traer a la actualidad los poemas que en los siglos XII y XIII cantaban los personajes Goliardos (clérigos vagabundos o estudiantes pícaros) por las calles de la Europa medieval, a fin de exaltar temas como los placeres terrenales, el amor carnal y el goce de la naturaleza.
“O Fortuna velut luna, statu variabilis, semper crescis aut decrescis; vita detestabilis…” así va, in crescendo, el canto en latín que replicaban los integrantes de la Coral Nacional Juvenil Simón Bolívar, durante un ensayo, y que esta vez deberán cantar durante el espectáculo sin sus partituras. Ellos buscaban su posición en el espacio; mientras acoplaban sus voces de manera impecable. Al mismo tiempo, Miguel Issa cuidaba celosamente que los coralistas mantuvieran su “actitud expresiva”, sin descuidar su técnica vocal. La presión por la excelencia flotaba en el ambiente, pero el talento y virtuosismo de todos los participantes se impuso finalmente para lograr, desde esa pequeña sala de ensayo, lo que el arte busca en sí mismo: crear magia para el espectador.
“Ha sido un proceso muy enriquecedor, como todos los procesos de creación artística. Pero creo que este Carmina Burana me está soprepasando (en términos de superar metas). Tengo a prueba todas mis capacidades para crear, pues todavía siento que estoy como dentro de un túnel. El montaje corre y yo sigo buscando, no tengo tiempo de abstraerme. Trato de asimilar el contenido y de materializar las imágenes plásticas y de movimiento que la propia obra me sugiere”, comentó el director de escena sobre esta cantata de los sentidos, que aspira marcar pauta en el mundo de las artes escénicas, a través de este montaje, nunca antes visto.
¿Qué le dice el Carmina Burana a la juventud de hoy, a las artes de hoy y a la Venezuela de hoy?
No puedo dejar de pensar en la vida como un ciclo. El universo, la fortuna, todo se nos presenta como un recorrido que sube y vuelve a bajar. Podemos llegar a un punto en el que nos sentimos muy a gusto y de pronto todo cambia para volver a empezar. Para mí, este es uno de los llamados que nos hace la obra, pues debemos estar muy atentos para asimilar esos momentos y prepararnos para partir de cero y alcanzar metas, pero eso sí, paso a paso.
¿Qué pasa con la juventud de este momento?
Que todo lo tiene que asimilar muy rápido y muchos piensan que todo debe ser así, llegar a lo más alto, pero sin detenerse a pensar en el proceso. Entonces, mi primera reflexión para compartir es que todo tiene su momento. Al mismo tiempo, la obra habla de muchos cambios, incluso de estaciones climáticas, que en Venezuela no tenemos. Lo nuestro es un eterno verano y quizás eso no nos permite prepararnos para preveer cambios elementales de la naturaleza. Así que, si aquí llueve, simplemente llegamos tarde. En ese sentido, la obra hace un llamado a ver, a sentir y a revalorar nuestra relación con la naturaleza, sin que tenga que ver con un mensaje ecológico. Está más bien relacionado con la presencia del ser humano, en términos de su sobrevivencia. He concebido la puesta en escena como en una suerte de caos, de renacer después de un gran suceso. En estar dispuestos a recomenzar, a buscar la pureza y a conectarnos con nuestra espiritualidad se resume todo.
¿Cómo ha sido este trabajo de movimiento con la Coral Nacional Juvenil Simón Bolívar, que ya ha participado en otras iniciativas que los convoca a actuar sin partituras?
Entre nosotros hay una relación de gran respeto profesional y de afecto, porque ya había trabajado con ellos en 2015, cuando Lourdes Sánchez me llamó para hacer un trabajo previo a la llegada del director de escena de la Scala de Milán, Marco Gandini. Nos tocó trabajar mucho sobre la expresión corporal y, sobre todo, en despertarles la conciencia de su presencia en el espacio, para desprejuiciarlos de lo que es el movimiento escénico y lo que significa interpretar más allá del canto. Ese primer acercamiento logró crear una gran seducción de mí hacia ellos y viceversa, que nos llevó a encontrarnos de nuevo. De modo que trabajar conmigo no es nuevo para el Coro. Ellos dieron un gran paso con su participación en La bohème y ahora están creciendo mucho más y están llegando, cada vez, a una exigencia más alta.
¿Y cómo van las expectativas para el encuentro con la orquesta y el director, una vez que lleguen todos al mismo escenario?
Realmente estoy muy emocionado porque sé que la orquesta es de mucha gente joven y, aunque no he trabajado directamente con Christian Vásquez, puedo adelantar que ha surgido una importante relación de confianza. La idea que tenemos de los directores musicales es que son personas muy rígidas, sin embargo, el maestro Vásquez ha tenido una gran receptividad hacia todas nuestras ideas, durante la primera reunión que sostuvimos. Estoy confiado en que el trabajo de todos dejará aportes fundamentales para el arte en nuestro país, pues tenemos a nuestro favor todo el ímpetu de esa juventud, que es en realidad una gran fortaleza.
En ese sentido, ¿qué opinión le merece el aporte que hacen los programas educativos de El Sistema al rescate de valores y a la siembra de una vocación para los jóvenes?
Yo me formé como artista disfrutando de los conciertos dirigidos por José Antonio Abreu, en el sala José Félix Ribas del Teatro Teresa Carreño. Además, formé parte de esa generación de artistas que recibió apoyo cuando Abreu estuvo al frente de la cultura. Con propiedad puedo reconocer todo lo hecho por el maestro Abreu para las artes y, en la actualidad, no puedo más que sentirme maravillado por todo lo que hace El Sistema. Me sumo a los aplausos que reconocen que el arte pueda ofrecer ocupación a niños y jóvenes, y sacarlos del ocio.