La música de cámara en Venezuela alcanza un sitial mundial
Bajo la acción pionera del maestro José Antonio Abreu, hace 32 años se formó la primera cátedra de música de cámara del país. Desde ese momento, los músicos venezolanos han logrado una conquista artística y espiritual que les ha abierto las puertas al mundo
Era 1982. Habían transcurrido siete años desde la fundación del Sistema Nacional de Orquestas y Coros Juveniles e Infantiles de Venezuela, y por petición del maestro José Antonio Abreu, los profesores Judith Jaimes y David Ascanio crearon la primera cátedra de música de cámara del país. Así, esta tribuna académica tutelada por el Conservatorio de Música Simón Bolívar, comenzaba a dar a luz agrupaciones primarias de su tipo, jóvenes cautivados por esta histórica forma de creación artística y un aliciente por tocar en todo el territorio nacional. Fue entonces, en ese momento, cuando la música de cámara comenzó a brillar en Venezuela, y el maestro Abreu, nuevamente lideró una acción pionera.
Hoy, cuando El Sistema está a pocos meses de cumplir 40 años, tanto sus orquestas como agrupaciones de música de cámara alcanzan la cúspide mundial. Los grupos en pequeño formato están integrados por músicos jóvenes, no pasan los 35 años de edad; y a diferencia de lo que sucede en otras partes del mundo, se enfrentan al público con pocos años, e incluso, meses de preparación. “Esto es un fenómeno, una máxima del maestro Abreu, él es quien los motiva con conciencia y calidad, siempre en búsqueda de la excelencia”, manifiesta el profesor Ascanio, quien es pianista de formación y, en la actualidad, sigue dirigiendo la escuela que surgió hace 32 años, en la cual se fue perfilando, décadas después, la Cátedra Latinoamericana de Música de Cámara.
La práctica orquestal y de cámara, un beneficio bidireccional
Desde que un niño ingresa a cualquier núcleo orquestal y coral de El Sistema, tiene la oportunidad de hacer música de cámara. Dúos, cuartetos, quintetos, sextetos, octetos, pequeños ensambles y orquestas de cuerdas, se forman de manera itinerante para afianzar en el músico su evolución integral, incluyendo el ámbito personal. “Ella es, quizás, el ámbito de la música donde se da la comunión, el encuentro del alma de los músicos para ejecutar. No es la grandilocuencia del sonido orquestal, sino que es un formato pequeño donde la sutileza de una frase puede hacer que se conmueva el alma tanto del ejecutante como del escucha”, expone Ascanio.
Hay quienes luego se enamoran de este mundo y se casan con sus particularidades; algunos por iniciativa propia, otros por recomendación de su gran mentor, el maestro Abreu. “Hacer música de cámara es una suerte de compromiso tipo matrimonio. Primero se necesita, yo diría, una vida de ensayos; algo que se convierte en un reto para el joven músico, saber administrar y jerarquizar su tiempo. Es un proceso extraordinario donde él se da cuenta que es muchísimo lo que aprende en comparación con lo que invierte. Y eso, aunado a la preparación previa individual, enriquece el tesoro más grande de un músico, que es su criterio musical”, enfatiza Ascanio.
El violonchelista Aimon Mata forma parte del casco. Él y sus compañeros Alejandro Carreño (violín), Boris Suárez (violín) e Ismel Campos (viola), son lo que el profesor Ascanio ha denominado “el timón de este barco”, el Cuarteto de Cuerdas Simón Bolívar. “Si quieren ir un paso más allá, tienen que hacer música de cámara, el siguiente nivel para seguir en la evolución”, recuerda Mata sobre las palabras que el creador de El Sistema pronunció en una oportunidad frente a los músicos de la Orquesta Sinfónica Simón Bolívar de Venezuela, su agrupación matriz.
Las intensas jornadas de ensayo y el compromiso individual que cada uno ha puesto en el aprendizaje propio, le han permitido a este cuarteto conquistar sitiales mundiales y compartir escenario con otros grandes de su tipo: el Cuarteto Latinoamericano, el Cuarteto Chilingirian y el Cuarteto de la Filarmónica de Berlín. Obteniendo, además, el máximo logro de un grupo musical: tener su discografía. En 2012, grabaron su primer álbum con la Deutsche Grammophone. “Indudablemente, hacer música orquestal y música de cámara es un beneficio bidireccional. Cuando adaptas las metodologías de trabajo se incrementan las posibilidades de escuchar, de ver las sutilezas, las cuales no son tan perceptibles cuando tocas en una orquesta”, asegura Mata. Y es que para el maestro Abreu, en palabras del profesor Ascanio, estas dos formas de hacer música no están desligadas una de la otra: “Él nos explicó que los grupos de cámara son células que conforman una orquesta, y que mientras más hayan, mayor coherencia y cohesión habrá entre sus músicos”.
La música de cámara abre a los músicos, las puertas al mundo
Al violinista Kenneth Jones le valió la oportunidad de ingresar a la Orquesta Sinfónica Simón Bolívar de Venezuela. Él así lo afirma. Es venezolano pero con nacionalidad estadounidense por sangre paterna. Inició sus estudios musicales en el núcleo de Montalbán, en Caracas, y luego, más grande, se trasladó a Estados Unidos para seguir su preparación profesional. Sin embargo, debió regresar a su país natal y, en ese momento, amigos músicos lo invitaron a formar un grupo de cámara.
“Comenzamos a ensayar y cuando nos sentimos preparados, nos presentamos al maestro (Abreu). Le gustó muchísimo y nos bautizó como Cuarteto de Cuerdas Francisco de Miranda. Una de las razones por las que me invitan a audicionar a la orquesta es gracias a esa presentación”. Hoy, su cuarteto, que completan los también músicos de la Simón Bolívar, Jorge Velásquez (violín), Luis Fernández (viola) y Abner Padrino (violonchelo), ya tiene tres años desde su debut en Escocia, durante una de las giras internacionales de la orquesta; y en mayo de 2013, obtuvieron el segundo lugar del Primer Concurso de Música de Cámara que realizó el Conservatorio de Música Simón Bolívar, en el marco del II Festival de Música de Cámara.
En esta competencia también resultó galardonado el Cuarteto Yaracuy, en primer lugar; mientras que el Cuarteto de Cuerdas Teresa Carreño y el Quinteto de Metales Stunning Brass, quedaron empatados en el tercer lugar. El Cuarteto Yaracuy, por su parte, está integrado por músicos de la Orquesta Simón Bolívar, entre ellos los hermanos Wilfredo Pérez (violín), Omar Pérez (viola) y Roberto Pérez (chelo), más el violinista Jairo González. En el caso del Teresa Carreño, este grupo emerge de la Sinfónica Juvenil Teresa Carreño de Venezuela y está conformado por Lila Vivas (violín), Gustavo Briceño (violín), Ramón Carrero (viola) e Isaac Loreto (chelo). Ambas agrupaciones participarán en el Festival de Cuarteto de Cuerdas de Eisenstadt, en Austria, a finales de junio de 2014.
A estos grupos de cámara que han decidido conformarse de manera profesional, se suman otras iniciativas como el Cuarteto Arsen y el Cuarteto Libertadores. El primero también está constituido por músicos de la SJTCV; Benjamin Gatuzz (violín), Fabiola Gamarra (violín), César González (viola) y Germán Vega (chelo) son sus integrantes. Mientras que el segundo, formado por los también músicos de la Simón Bolívar, Ollantay Velásquez (violín), Eddie Cordero (violín), Otto Rodríguez (viola) y José David Márquez (violonchelo), además de su propuesta artística, ha labrado una tarea pedagógica importante al realizar actividades de intercambio, impartiendo clases magistrales en diferentes proyectos internacionales que se han creado a semejanza del modelo venezolano. Haití, Perú, Angola, Japón, Colombia y Reino Unido son algunos de los países donde han desarrollado dicha labor.
Y es que, en definitiva, de las filas de las orquestas de El Sistema emergen por iniciativa propia y con la asesoría del maestro Abreu, agrupaciones de cámara que siguen los parámetros metódicos que han recibido sus integrantes durante su proceso de formación individual, llevando dentro y fuera de nuestras fronteras, lo aprendido.
Igualdad, tolerancia y libertad, lo que trasciende a la música
Dentro de un grupo de música de cámara, no solo se necesita nivel técnico, estudio individual y conocimiento específico de la obra y del compositor a interpretar, sino que hay elementos que surgen de las personalidades y afinidades de los músicos. Para el profesor y oboísta principal de la Orquesta Sinfónica Simón Bolívar de Venezuela, Andrés Eloy Medina, quien formó junto a su esposa e hijo el ensamble de música barroca Zarabanda, es importante el hecho de querer tocar con gente que simpatiza y les agrada cómo tocan, al momento de formar una agrupación de música de cámara. “En el caso de nosotros, que somos un grupo familiar, la música de cámara nos permite comunicarnos en otro nivel; los tres estamos en un plano igualitario y eso nos permite conocer otro aspecto de cada uno”, expresa Medina.
Por otra parte, el repertorio de música de cámara exige, en primer término, que cada uno de los miembros debería tener la capacidad de escucharse a sí mismo en el conjunto, y al mismo tiempo, tener la posibilidad de escuchar a los otros como si fueran canales de grabación. “Pero, hay un oído más particular, que es el de escuchar todo”, dice el profesor David Ascanio. Ese oído es el más difícil de desarrollar. “Aquel que va de la mano del oído interno, el que me hace escuchar lo que yo quiero realizar como conjunto y como parte de”, apunta. Y en segundo término, está la exigencia técnica del solismo. “Lidiar consigo mismo y adaptar el yo solista al conjunto; lo que se traduce, además, en tolerancia y disciplina; comunicar lo que nos dice la música y no lo que se quiere individualmente; allí está la búsqueda del balance, de lo que en el renacimiento se decía: ‘menos es más’”, explica Ascanio.
Una vez que el músico comulga con sus compañeros y presenta la obra al público, llega a lo que el profesor Ascanio define como “la última habitación” a donde llega el artista para conseguir su libertad. “Porque, como te decía, la música de cámara es una suerte de comunión extraordinaria; es, como cuando ves a los pájaros volar y te preguntas ¿Qué los guía? ¿A dónde van? Y ellos lo saben. Al final, lograr estar allí, el yo-nosotros, hace que se tenga un sentido de libertad más amplio, duradero y valioso, que cualquier espíritu de libertad individual, porque lograrlo en colectivo es mucho más difícil”. Y prosigue diciendo: “Cuando se logra dar sentido a la obra, comunicarla y regalarla al público, se da entonces lo que yo llamo la oreja gigante, un solo oído escuchando. En ese momento, la libertad es de ambos, del artista y el público. Eso es arte en sí mismo, lo que Federico García Lorca llamó ‘El duende’”.
Para el profesor David Ascanio, dentro de El Sistema el músico conquista al mismo tiempo su ser artístico y social. “Es una extraordinaria manera de ver la verticalidad y la horizontalidad de la cruz de la vida. Cuánto conquisto yo viendo a los ojos al mismo nivel de los demás. Esa es la conquista externa. Cuánto conquisto yo en mi ser. Esa verticalidad está siempre en un vértice hacia el infinito, hacia algo más grande que uno. Hay que relacionarse con eso para entender, primero, la búsqueda de la excelencia, y segundo, la jerarquización natural de la vida. Al acostar ese vértice tenemos la horizontalidad que es El Sistema, la igualdad, la conquista, las posibilidades”.