Christian Vásquez : “La orquesta es mi instrumento”
Después de una década como director, Christian Vásquez habla sobre la conexión de la música con la vida y lo esencial en una orquesta
Con absoluta calma cierra los ojos sobre el podio, de espaldas al público y de frente a los músicos. Se concentra, toma su batuta, y comienza a dirigir. Desde hace mucho tiempo Christian Vásquez convirtió esto en un hábito, pues escogió a la música como compañera, y el público que lo ve dirigir desde hace diez años sigue celebrando esta unión.
Creció dentro del Sistema Nacional de Orquestas y Coros Juveniles e Infantiles de Venezuela, pero ahora sus manos conducen a muchas orquestas. La Sinfónica Juvenil Teresa Carreño en Venezuela, la Sinfónica de Stavanger en Noruega y la Filarmónica de Arnhem en Holanda lo ven con frecuencia y, de otras agrupaciones, surgen cada vez más invitaciones. Ensayos, compositores, solistas, amigos, aplausos, aviones, sonrisas y un sinfín de scores (la partitura del director) están en la memoria de Christian.
“Me siento libre dirigiendo. Puedo expresar mucho más lo que siento que al tocar. Disfrutaba mucho con el violín, tener compañeros de atril, hacer música de cámara, pero al momento de dirigir me siento más libre, puedo expresar mucho más mis sentimientos y no me da pena de poder expresar lo que siento. Eso es lo que más me gusta de la dirección”.
Desde que el Maestro José Antonio Abreu comenzó a darle clases en el año 2006, Christian Vásquez no ha dejado de estudiar. En Polonia, Francia o Venezuela, Vásquez recuerda cada consejo de uno de sus más queridos maestros. Hoy, en Noruega, el director de la Orquesta Sinfónica de Stavanger desde el año 2013, ensaya la Quinta Sinfonía de Tchaikovski, obra que estudió con José Antonio Abreu y luego de una década de haber tomado una batuta por primera vez, sigue recordando cada indicación.
“Tenía dos o tres años que no hacía esta obra. Ha sido muy especial porque recuerdo muchísimas cosas que trabajé con el maestro Abreu, pareciera que hubiera sido ayer. Tengo al maestro más presente que nunca”.
El resultado del estudio, del esfuerzo de todos estos años, son conciertos exitosos tanto fuera desde el año 2008, como en Venezuela desde hace diez años. “Han sido muchos los conciertos que he disfrutado, pero para mí el más importante ha sido la Segunda Sinfonía de Mahler que realicé en el 2008 con la Orquesta Sinfónica Simón Bolívar de Venezuela”, recuerda con emoción y no es para menos. Él formaba parte de esta agrupación, creció en las filas de los segundos violines, instrumento que comenzó a estudiar desde los ocho años en San Sebastián de los Reyes, territorio aragueño donde creció. Muchos de los que lo veían ese día desde los atriles eran sus amigos, amigos que conserva actualmente y quienes lo apoyaron desde que tomó la batuta por primera vez. La Sala Ríos Reyna del Teatro Teresa Carreño vio nacer ese día al talentoso director, ese que nunca supo jugar béisbol y que, además de músico, quería ser abogado sólo para ayudar a las personas.
“Si no fuese director fuese abogado, para poder ayudar a las personas. Uno de mis sueños es crear una fundación que pueda ayudar a los niños, a las personas más necesitadas, esto está dentro de mis planes. A través de la música también lo podemos hacer, una muestra de ello es El Sistema. Yo intenté jugar béisbol y duré una semana, en Kung Fu igual. Con la música creo que me fue mejor”.
Después de un tiempo, Christian puede hablar con experiencia sobre la figura que está en el podio.“Un director debe tener un poco de todo. La preparación es algo fundamental. Tener los conocimientos necesarios para poder transmitir a la orquesta lo que él siente sobre la música, pero, al mismo tiempo, dejar a la orquesta ser libre es la base. Hay momentos en la música donde el director debe saber dónde retirarse y donde estar. Es un diálogo. Vital es hacer sentir a la orquesta que también eres parte de ellos, porque mi instrumento es la orquesta”.
El año pasado, el maestro apenas cumplió treinta y uno, y con esta edad, realizó su debut con la Ópera Nacional de Noruega, dirigió la Filarmónica de Turku, la Orquesta Sinfónica Nacional de México, la Sinfónica de Basilea y la Filarmónica de Múnich, además de presentaciones con el Proyecto Musical de Seongnam, la Filarmónica de Luxemburgo y la Filarmónica de Praga, sólo por mencionar algunos de los incontables compromisos fuera de Venezuela.
Hasta ahora, Vásquez no ha escogido un compositor con el que quiera especializarse, sin embargo, algunos nombres vienen a su cabeza cuando surge esta interrogante. “Me encantan y conozco muy bien las obras de Tchaikovski y me siento muy bien dirigiendo a Shostakovich y a Prokofiev, pero como estoy en pleno estudio estoy abierto a hacer de todo. Sigo en esa búsqueda”.
El camino de un director es largo, y Christian está dispuesto a recorrerlo, pues quiere hacer música hasta su último aliento. “Yo me veo haciendo música hasta que me muera porque puedes ser director de orquesta toda la vida. Puedes tener noventa años y seguir dirigiendo. Así me veo yo”, dice sonriente.
Y con esa misma sonrisa habla sobre su mayor inspiración, lo que lo motiva desde hace tantos años. “Mi mayor inspiración es mi familia. El maestro José Antonio Abreu también es muy importante, igual que mi país”. Decir que es venezolano es motivo de orgullo para él y en todos los lugares que visita quiere que a través de la música se enaltezca el nombre del territorio que lo vio nacer. “Mi país me inspira a hacer las cosas bien, porque sé que de esa manera contribuyo a que su nombre esté en lo más alto. Seguiré haciendo música dentro y fuera de Venezuela”.