Gran Virtual Amarillo: la convergencia de las pasiones de Jesús Soto
Este lunes se celebra el centenario del maestro Jesús Soto, creador de la pieza que da la bienvenida al Centro Nacional de Acción Social por la Música
Prensa El Sistema
La música acompañó la vida y la carrera del maestro Jesús Soto: ese es uno de los datos quizás menos conocido de su larga trayectoria. Nacido el 5 de junio de 1923 en Ciudad Bolívar, su padre Luis Rafael García Soto Parra era violinista de profesión. A los doce años de edad, el maestro Soto aprendió a tocar guitarra, una habilidad que le serviría más adelante.
Tras culminar sus estudios en la Escuela de Artes Plásticas y Artes Aplicadas de Caracas, en 1950 se mudó a París, en donde sus destrezas en la guitarra y el canto le permitieron ganarse la vida mientras se establecía y su nombre comenzaba a brillar. Durante este periodo, frecuentó músicos como Jacques Brel, George Brassens y Paco Ibáñez. Además, entabló amistad con el guitarrista venezolano Rodrigo Riera, con quien en 1992 grabó un disco en el que interpretaba canciones de Agustín Lara.
El álbum, titulado Lara – Soto – Riera, fue producido por Aquiles Báez quien, en una crónica publicada en 2012, narra los detalles de las grabaciones. “El resultado es una curiosidad, un artista plástico cantando y acompañado por uno de los maestros de la guitarra en Venezuela”, dice.
Más allá de la guitarra
Paralelamente a su interés por la guitarra y el canto, a su llegada a París Soto desarrolló un profundo interés por la música, particularmente en su relación con las artes visuales. Aunque no compuso música él mismo, sus obras de arte a menudo estaban influenciadas por conceptos y principios musicales.
“Desde sus inicios, el maestro Soto estuvo atento a la música. No olvidemos que las vanguardias históricas se acercaban integralmente a las expresiones artísticas, no solamente al campo de lo visual, sino al teatro, a la música, a las artes escénicas. Soto estuvo atento y estudió la obra de Arnold Schönberg, porque la estructura de la dodecafonía le parecía que tenía un vínculo con la expresión de los vacíos y los llenos de su obra, tanto bidimensional como tridimensional”, explica Tahía Rivero, curadora de arte y docente.
En el libro Soto, que el maestro coescribió junto con el editor Marcel Joray, el artista revela: “Desde el momento en que comprendo el funcionamiento de la música serial decido aplicar esa noción de lo permutable a un elemento esencialmente pictórico: el color. […] Esta distribución es repetitiva, progresiva o aleatoria a partir de una «serie»”.
“La obra de Soto no se limita a ser óptica, es experiencial y sensorial, de tal manera que es inmersiva, al igual que la música”, añade Rivero. Sus series, como Penetrables y Vibraciones, se inspiraron en la idea del ritmo, la vibración y la relación dinámica entre objetos y espectadores.
Conocidas, además, son sus colaboraciones con el maestro Antonio Estévez. Estas comenzaron en 1967, cuando ambos realizaron una instalación sonora para el pabellón de Venezuela en la Exposición Universal de Montreal. La instalación, llamada Cromovibrafonía Múltiple, se valió de la música electrónica para crear una experiencia sensorial envolvente que complementa las esculturas de Soto.
A partir de esta experiencia, comenzaron un trabajo en conjunto cuyo apogeo llegó cuando el genio del arte óptico pidió a Estévez que compusiera música para el Museo Jesús Soto, inaugurado en Ciudad Bolívar el 27 de agosto de 1973. Estévez creó la pieza Microvibrafonía Múltiple, compuesta en seis partes, una para cada sala del museo.
El Gran Virtual Amarillo o la Esfera de los Músicos
“El Gran Virtual Amarillo nos hace visible el espacio arquitectónico. Es una obra que, tanto desde el punto de vista de la arquitectura como del de la experiencia, para el espectador es activa e interactiva”, arguye Rivero sobre la pieza que da la bienvenida al Centro Nacional de Acción Social por la Música.
También conocida como la Esfera de los Músicos, la obra está destinada a crear una sensación de movimiento y dinamismo, y a reflejar la energía y la vitalidad de la música. Esta pieza, además, señala el camino hacia la Sala Simón Bolívar. La esfera, trabajada con los colores blanco y amarillo en distintas dimensiones, se degrada hasta convertirse en una llovizna.
La monumental creación, compuesta por 1.200 tubos con un peso total de 10 toneladas, fue instalada en el CNASPM en 2006. “Soto siempre dijo que el arte, y su obra, era conocimiento; había que razonarla, que llamaba a la reflexión. Esta es una pieza que está impecablemente realizada, apela a técnicas de vanguardia, es siempre estimulante desde la percepción. Combina la razón, estimulando al transeúnte, al espectador, a reflexionar”, dice Rivero.
La visión artística de Soto y su exploración del movimiento, el espacio y la percepción son paralelos a los principios que se encuentran en la música, particularmente en los ámbitos del ritmo, la armonía y la experiencia sensorial. Su trabajo ejemplifica el diálogo interdisciplinario entre las diferentes manifestaciones del arte, y demuestra el profundo impacto que la música puede tener en la expresión plástica y viceversa.
La integración de las artes está presente en cada rincón del Centro Nacional de Acción Social por la Música, sede del Sistema Nacional de Orquestas y Coros Juveniles e Infantiles de Venezuela, cuyo órgano rector es la Fundación Musical Simón Bolívar, ente adscrito al Ministerio del Poder Popular para el Despacho de la Presidencia y Seguimiento de la Gestión de Gobierno de la República Bolivariana de Venezuela.