Jonathan Govias: “El desafío del maestro Abreu está logrando aceptación mundial”
El director canadiense es una de las personalidades artísticas que ha promovido las prácticas musicales de acción social. El también escritor, orador y educador, tiene un Doctorado en Dirección Orquestal y formó parte de la primera promoción de El Sistema Fellows, programa que lleva a cabo el New England Conservatory, de Estados Unidos
Al ingresar en la web oficial de Jonathan Govias, el nombre que más se repite es «El Sistema», haciendo referencia al programa social, educativo y musical que el maestro José Antonio Abreu fundó en 1975 en Venezuela y que, actualmente, cuenta con más de 45 réplicas mundiales inspiradas en la misma filosofía. A simple vista, Govias parece ser un “fanático” de la institución venezolana.
Pero no solo se trata de un seguidor ferviente. El director, escritor, orador y educador, nacido en Canadá pero establecido en Estados Unidos, ha estudiado a El Sistema. Ha escrito varios artículos sobre el mismo; creó lo que él llama El Sistema Model Logic, para quienes deseen instituir iniciativas como ésta, y ha estado varias veces en Venezuela para palpar directamente cómo funciona. Además de haber formado parte de la primera promoción de El Sistema Fellows, programa de entrenamiento profesional para músicos y educadores que llevan a cabo una carrera que conecta a la juventud con el cambio social a través de la música, Govias tiene un Doctorado en Dirección Orquestal y es actualmente director titular de la Orquesta de la Universidad de Carolina del Norte, en Charlotte, Estados Unidos.
Usted es un conocedor y promotor de El Sistema ¿Por qué surgió ese interés en el programa venezolano?
Soy un director de orquesta. Tengo un compromiso con los músicos y el repertorio. Por ello, es necesario tener también un compromiso con la institución. Actualmente, en los Estados Unidos hay una situación peligrosa con las orquestas, sobre todo, en el ámbito económico. Ha resultado que la industria se ha hecho más pequeña; menos trabajo para los músicos y menos conexión con las comunidades. Estoy muy interesado en El Sistema porque veo un modelo nuevo de conectar las artes con las comunidades. En este momento, el modelo en los Estados Unidos se establece por una relación de transacción; pago por escuchar un concierto y allí finaliza la interacción. La diferencia con respecto a Venezuela, es que el modelo de El Sistema establece una relación de participación.
Usted ha escrito varios artículos sobre la institución venezolana, uno de ellos titulado “Los cinco fundamentos de El Sistema” ¿Cuáles son esos elementos y cómo llegó a ellos?
Escribí ese artículo en el año 2010 porque recibía muchos mensajes y correos preguntándome ¿Qué es El Sistema? Entonces, decidí plantear los elementos que deben existir para obtener el mejor resultado. Primero, la combinación de la búsqueda de la excelencia y la acción social dentro de la práctica musical. Segundo, la frecuencia y el contacto con la música; en Estados Unidos y en Canadá es normal un ensayo o una clase individual por semana, aquí es muy diferente. Tercero, la inclusión en dos dimensiones, de capacidad y económica; en Estados Unidos si quieres ser parte de una orquesta tienes que realizar una audición. Aquí también, pero si el niño no está listo, siempre hay una silla disponible para él en cualquier agrupación. Y por otro lado, la dimensión económica; mientras que en Estados Unidos es necesario pagar para recibir la enseñanza musical, en El Sistema no. Cuarto, en Estados Unidos antes de ingresar a una orquesta es necesario práctica y estudio, recibes clases individuales; en cambio, la gran diferencia con respecto a Venezuela es que la iniciación musical parte de la orquesta, y luego, recibes clases con un maestro. Es decir, es una inversión del método, donde se le da importancia a la participación en grupo. Igualmente sucede en Europa y Canadá. Y finalmente, El Sistema como red; la conexión entre núcleos ubicados en todo el territorio nacional que permite compartir los ámbitos educativos, sociales, culturales y económicos del programa. Y esto no existe en ninguna parte del mundo.
En el mundo El Sistema sorprende por ser un programa social con alta calidad artística ¿Eso antes era impensable?
Sí, era impensable porque antes de la fundación de El Sistema, no existe un ejemplo que permite observar un balance entre los objetivos sociales y la excelencia académica. Siempre ha existido la percepción de que en la práctica musical dentro de las comunidades, el nivel musical es más bajo que en el ámbito profesional. Necesitamos preguntarnos ¿Por qué debe ser un nivel profesional?
En su carrera ha promovido la música como agente de cambio social ¿Deben cumplir las otras expresiones artísticas con ese rol?
Creo que sí, pero existe una razón muy pragmática de por qué la acción social es más efectiva en la música: la economía de escala. La orquesta reúne a más personas y es una práctica constante; la obra tiene un elenco reducido y se presenta por temporada. La música, en este sentido, es más eficiente.
Ha creado un Logic Model of El Sistema (Modelo Lógico de El Sistema) para quienes deseen crear un proyecto inspirado en esta institución ¿En qué consiste ese modelo?
De verdad no existe un modelo de El Sistema; El Sistema es una filosofía. Es una actitud y debe ser también, una práctica. Necesitamos que en la enseñanza musical se transmitan los valores de acción social a través de la música. Existe un desafío, aquel que ha sido promovido por el maestro José Antonio Abreu: aceptar que la orquesta puede ser un vehículo de acción social. Tradicionalmente, la orquesta ha sido concebida como vehículo de desarrollo para una sola persona, el director, centrándose en él. Entonces ¿cómo es posible balancear esta idea?, y la respuesta está en la práctica. Por ello, el desafío del maestro Abreu está logrando aceptación mundial. En los últimos cuatros años, me he centrado en buscar las prácticas que permitan cambiar la cultura de la orquesta. Yo, más que un director, soy un facilitador.
En Canadá existe uno de los programas líderes de El Sistema en el mundo. Resoluciones como las establecidas por la Asociación de Músicos Educadores Canadienses han confirmado un respaldo al programa venezolano ¿A qué se debe que un país del primer mundo coma Canadá, acoja una iniciativa como ésta? ¿Qué aporta Venezuela que ustedes no tengan?
Soy canadiense pero trabajo en Estados Unidos. Te puedo hablar de las dos realidades. En Norteamérica, la labor de los programas inspirados en El Sistema ha suscitado una división entre los educadores porque en este país la educación musical siempre ha estado en situación precaria y bajo amenaza. En el transcurso de la historia, ha sido respaldada por lo que ellos llaman “el efecto Mozart”, es decir, solo por el hecho de escuchar a Mozart eres una persona más inteligente. Idea que, desde mi punto de vista, ha sido malinterpretada y eso, puede ser peligroso. Entonces, actualmente, hay dudas en adoptar modelos nuevos. La educación musical en Estados Unidos ha tenido una filosofía más de confrontación que inclusión, lo que ha creado mayor división y menos acercamiento. Mientras tanto, en Canadá se ha estudiado más a fondo El Sistema. La resolución de la Asociación de Músicos Educadores Canadienses establece que el programa venezolano es un proyecto interesante que es necesario seguir estudiando. Todos los profesores del país han leído este documento. Entonces, creo en Canadá existe más respaldo a El Sistema que en Estados Unidos.
Usted ha expresado que conocer El Sistema definió el curso de tu vida personal y profesional ¿Cree que Venezuela está cambiando el curso de la historia de la música sinfónica en el mundo?
El mundo necesita de un ejemplo exitoso y vemos una parte de este ejemplo, en las orquestas venezolanas. Ahora, sabemos que es posible balancear la acción social con la búsqueda de la excelencia. Venezuela ha inspirado a Canadá y el mundo. Por lo tanto, la magnitud de la importancia de la idea del maestro Abreu no está en la cantidad de premios y doctorados que él ha obtenido; sino en la capacidad que ha tenido de inspirar a otros en trabajar por la música.