“Vamos a hacer el Schumann”
Esa fue la frase con la que el maestro José Antonio Abreu invitó a la pianista venezolana Clara Rodríguez a tocar de nuevo en su país. La solista caraqueña, residenciada desde hace muchos años en Londres, se reencuentra así este jueves 31 de julio por tercera vez con la Sinfónica Simón Bolívar
Cada vez que alguna de las orquestas y coros de El Sistema recorre distancias hasta otros países y continentes no solo está mostrando el arduo trabajo musical hecho en casa. Se convierte en una valiosísima plataforma para el intercambio cultural, por supuesto, pero también en una no menos importante oportunidad: la del reencuentro entre colores, recuerdos, raíces y calor humano entre venezolanos.
Así ocurrió en el caso de la prominente pianista venezolana Clara Rodríguez, quien este jueves se adueñará de la Sala Simón Bolívar del Centro Nacional del Centro de Acción Social por la Música (Cnaspm) con el Concierto para piano y orquesta en la menor Op. 54 de Robert Schumann. Esta caraqueña es la primera en el público en los conciertos de las agrupaciones de El Sistema en la capital británica, y el pasado mes de junio, cuando la Sinfónica Juvenil Teresa Carreño de Venezuela (SJTCV) volvió a Londres (Inglaterra), no fue la excepción. “Después del concierto tuve un encuentro muy emocionante con el maestro José Antonio Abreu y me preguntó cuándo venía a Venezuela y qué quería tocar. Le dije que tenía preparado el Ravel y el Schumann, y me dijo: ´Vamos a hacer el Schumann´”.
Esta deferencia e invitación no es solo por la raíces en común. A pesar de que Rodríguez se formó como pianista fuera del perímetro creado por El Sistema, está unida inexorablemente a su existencia: fue testigo en la década de 1970 cuando el maestro Abreu, “jovencito”, llegó a una de sus clases de armonía con el director del conservatorio Juan José Landaeta, Ángel Sauce, a conversar con él sobre “su proyecto de orquestas”; luego, alrededor de 1982, la primera concreción de esa visión, conformada como Orquesta Sinfónica Simón Bolívar, le acompañó en su primer concierto solista con orquesta en la sala José Félix Ribas del Teatro Teresa Carreño; más adelante, en la década de 1990, se juntaron nuevamente en el escenario con el Concierto para piano y orquesta de Federico Ruiz.
Esta elegante y delicada pianista venezolana que en 1980 fue a estudiar al Royal College of Music de Londres y que hoy es profesora de esa prestigiosa institución, ha consolidado una importante carrera como solista. Ha recorrido el mundo con las teclas como equipaje, y también, por supuesto, con un sólido repertorio barroco, clásico y romántico. Sin embargo, su principal pasaporte ha sido la música venezolana, y así lo ha dejado establecido en sus ocho producciones discográficas, cinco de ellas con el reconocido sello inglés Nimbus.
¿Cómo posiciona usted al Concierto en la menor de Schumann dentro del repertorio para piano?
Se considera la columna vertical del repertorio pianístico romántico. El primer movimiento es muy lírico, la orquesta tiene muchos solistas. Es de gran belleza. Schumann estaba muy enamorado de Clara, quien se convertiría en su esposa. Se lo escribió a ella. Siempre hay jueguitos de ternura, pasión, amor. Es una obra muy completa; la cadenza es casi una tocata estilo Bach. Con él Schumann se sale de los patrones que venían de Mozart, Beethoven, aunque conserva texturas.
Se reencuentra con la Sinfónica Simón Bolívar después de muchos años, ¿qué significa para usted estar acá, en la Sala Simón Bolívar, con una orquesta que pertenece a un movimiento vio nacer?
Me siento en casa… totalmente feliz de poder tocar en casa con esta orquesta maravillosa. Cada vez que ellos van a Londres, voy a los conciertos. La primera vez que tocó la Sinfónica Simón Bolívar en Los Proms, la BBC me llamó para comentar la transmisión del concierto en la radio porque me relacionan con El Sistema por ser pianista y venezolana. Entonces para mí, estar aquí hoy, después de que en los ´90 también toqué con ellos el primer Concierto para piano y orquesta de Federico Ruiz, y después de haber tocado en febrero de este año con la Sinfónica de Juventudes Francisco de Miranda, es genial. Esta invitación para tocar el Schumann es otro reencuentro. Además, trabajar con el director Jordi Mora ha sido excelente. Es un músico que reflexiona mucho sobre las frases, la dirección de la música, hacia donde va cada cosa. Hemos trabajado muy bien juntos.
A pesar de que ha viajado por el mundo con sus conciertos de piano solo y el repertorio académico de su instrumento, nunca ha dejado fuera la música de su país…
Sí, en Venezuela hay varios colegas que se han encargado de trabajar con nuestra música. Mi trabajo se ha enfocado en internacionalizarla; la he grabado con sellos internacionales. Creo que el primer disco de piano solo hecho fuera del país con repertorio popular, fue el que hice de Moisés Moleiro, de 75 minutos. En ese momento el público extranjero decía: “¿Venezuela, música venezolana?”, pero a ellos y a la crítica les fascinaba lo que escuchaban. Cuando yo me presentaba en diferentes países; Egipto, India, Siria, Túnez, lo hacía con eso, que era música que nadie conocía, claro que combinada con música clásica. Siempre me preguntaba cómo la iban a recibir.
En ese momento era quizás un discurso un poco político, porque Venezuela no era conocida. Estamos hablando antes de que El Sistema fuera muy conocido, antes de que la Simón Bolívar fuera a los Proms la primera vez. Yo siento ese momento crucial, porque la gente comenzó a saber que Venezuela tenía música, y eso, incluso para mi trabajo, ha sido muy importante. Venezuela es reconocida ahora afuera por el éxito de las orquestas, y como un país musical de altísimo nivel.
A propósito lo último que menciona y de la visión que le da vivir fuera del país, ¿cómo ve lo que está pasando musicalmente?
Es extraordinario. Creo que es lo más grande que ha sucedido en música a nivel internacional. Yo no creo que haya un movimiento más grande que este en el mundo. Desde afuera ves en las orquestas venezolanas energía, organización, talento… un muy, muy alto nivel, y la gente lo admira mucho. Sé que los estudiantes ingleses quieren muchísimo a El Sistema. Sé que son admirados y queridos por todo el mundo. Hay pocas palabras para describir lo que significa, porque que tengas cinco mil muchachos tocando en orquestas entre Guarenas y Guatire (de eso me enteré cuando toqué con la Sinfónica de Juventudes Francisco de Miranda), es impresionante. Verlo desde afuera es la alegría, colorido, pero eso es simbólico. Vivir lo que se hace detrás de eso es muy, muy importante, y musicalmente, excelente. Cuando lo ves desde adentro te das cuenta que estás dentro de un sistema educativo. Esto es una escuela y no solo de música. Y, además, El Sistema ha sabido llevar eso hasta todo el país… ¡Guasdualito! En cualquier pueblo o ciudad, por recóndito que sea, hay muchachos de 14 años locos por tocar Bach… ¡es increíble!
Usted da clases en el Royal College of Music, así que cuando dice que los estudiantes ingleses admiran mucho a los músicos de El Sistema, lo dice con propiedad, ¿qué cree que admiran?
Sí, lo veo en los conciertos y se me han acercado muchos diciéndome que quieren venir para acá. Saben que son muy buenos, excelentes y ellos saben lo difícil que es eso. También les gusta mucho su energía y vitalidad.
¿Cómo se siente usted cuando recibe y observa tales manifestaciones?
Pues yo estoy muy orgullosa… y justo ahorita casi no aguanto las ganas de llorar.