Domingo García Hindoyan continúa brillando en los escenarios internacionales de la música orquestal
El talentoso director venezolano, radicado en Europa desde hace 16 años, recientemente ofreció un concierto, a casa llena, en la Sala Simón Bolívar de La Sede (Cnaspm). Actualmente, es director invitado de la Ópera de Berlín y tiene una agenda copada de presentaciones sinfónicas y funciones de ópera en escenarios internacionales. En su paso por Venezuela habló de sus logros y de su gratitud hacia El Sistema
La Octava sinfonía en Do menor, del compositor y organista austriaco Anton Bruckner, sonó magistralmente el pasado sábado 3 de diciembre en la Sala Simón Bolívar del Centro Nacional de Acción Social por la Música (La Sede), interpretada por la Orquesta Sinfónica Simón Bolívar de Venezuela (OSSBV) y bajo la batuta del venezolano Domingo García Hindoyan.
Contundencia y libertad caracterizaron cada movimiento de este destacado director, quien a través de una comunicación mística y amorosa con la orquesta, logró una sublime atmósfera musical durante la hora y media del concierto.
Las buenas noticias han sido las constantes en la vida de este joven artista, radicado desde hace 16 años en Ginebra, brillando últimamente con la dirección de la Orquesta Mozarteum Salzburgo, la Orquesta Staatsoper de Berlín, la Ópera de Zurich y la Philharmonia Londres, entre otras, así como durante los 3 años que estuvo como asistente del afamado director orquestal argentino, Daniel Barenboim.
Su historia en la música orquestal comenzó a los 5 años de edad, como intérprete del violín en el Conservatorio de Música Simón Bolívar, de Caracas, con las profesoras Isaura Delgado y Gisela González. También formaron parte de su preparación musical el profesor Lósif Csengueri, en el Conservatorio Nacional de Música Juan José Landaeta, y su padre, Domingo García, en la Escuela de Música Pedro Nolasco Colón, de la que egresó como profesor ejecutante de violín.
El mismo García Hindoyan narra con detalle y emoción cómo ha venido recorriendo el camino que lo condujo al éxito que disfruta hoy.
Un enamorado del violín
“Mi padre es un destacado violinista venezolano y naturalmente es una de las influencias más importantes dentro mi desarrollo musical. Aunque empecé a estudiar violín desde muy temprano, la gran pasión comenzó en mi adolescencia, cuando ingresé en la Escuela de Violín con el maestro José Francisco del Castillo. Desde ese momento puse más horas a mis prácticas musicales, adentrándome al gran repertorio de violín y a tocar como solista con las diferentes orquestas venezolanas. Fue entonces cuando me convertí en un apasionado del estudio y la ejecución de este instrumento”, relató.
También en esa época se convirtió en integrante de la Orquesta Sinfónica Juvenil de Chacao, en la que se mantuvo activo hasta los 17 años edad y desde donde se preparó para formar parte de la Orquesta Sinfónica Simón Bolívar de Venezuela, en la que posteriormente fue aceptado.
El salto a la dirección
Desde niño siempre tuvo curiosidad por la figura del director. Los domingos iba a los conciertos de la Orquesta Sinfónica de Venezuela, y en casa tenía los scores de todos los conciertos de violín. Nunca olvidará que cuando tenía 14 años y tocaba en la Orquesta Sinfónica Juvenil de Chacao, el maestro Juan Cristóbal Palacios, director de esa orquesta, le entregó la batuta por diez minutos para dirigir la Suite Peer Gynt, de Grieg. “Ese momento me dejó marcado”.
Luego se fue a Europa a estudiar Violín con el maestro Habib Kayaleh, y antes de llegar a la culminación de sus estudios y regresar a Venezuela, decidió postularse para la cátedra de dirección del Conservatorio de Ginebra con el maestro francés Laurent Gay, y tal como se lo había advertido su padre, la dirección de orquesta se convirtió en su gran pasión.
Hizo estudios formales de Dirección Orquestal en el Conservatorio de Música de Ginebra, durante 4 años (2004-2008): “Me formé en el sistema pedagógico europeo, en el que dan prioridad al piano, a la lectura de las partituras, a todos los estudios teóricos, armonía, contrapunto, dirección de coros; incluso, canté en el coro de cámara de la ciudad y también hice música barroca y contemporánea. Fueron años de gran enriquecimiento cultural para mí”.
Comentó que ya había tenido la oportunidad de tocar en muchas orquestas internacionales, como la Juvenil Mundial, Pacific Music Festival, Orchestre de la Suisse Romande, bajo directores de gran calibre como Bernard Haitink, Charles Dutoit y Valery Gergiev, entre otros. “Eso me estimulaba aún más la curiosidad y pasión por la dirección, fijándome en la manera de ensayar y preparar una orquesta, resolver los problemas de afinación y moldear el sonido. Siempre se aprende mucho observando y tocando con los grandes directores”, enfatizó.
Destacó también que su primer concierto profesional fue en el 2009, con la orquesta de Cámara de Ginebra. “Ese día dirigí La danza galanta, de Kodály; el Concierto N° 25 para piano y orquesta, de Mozart; y la Suite italiana Pulchinella, de Stravinski. A partir de allí comenzó todo lo que estoy viviendo ahora”.
La prueba de fuego
En agosto de 2005 tuvo un encuentro muy importante, “quizás el que cambió mi vida musical”, dijo García Hindoyan. “Sucedió en el Festival de Lucerna, cuando era estudiante de Dirección. Me enteré que el maestro Barenboim estaría al frente de un ensayo de la Chicago Symphony Orchestra. Entonces, de inmediato, tomé mi violín para camuflarme entre los músicos de la orquesta y poder entrar al ensayo”, dijo entre risas.
“Cuando terminaron de tocar, un compañero me presentó al maestro Barenboim. Durante la conversación se enteró que mi madre es de origen sirio-armenio, y me preguntó si deseaba tocar en la West-Eastern Divan Orchestra, a lo que, por supuesto, respondí que sí. Y además me dijo que para la audición tenía que ir a Berlín. Pero para mi sorpresa me pidió que tocara en ese momento en su camerino y así lo hice. Por suerte todavía estaba en forma y toqué el primer movimiento del Concierto para violín, de Tchaikovsky. A partir de ese día formé parte de esa orquesta y pertenecí a ella por 7 años, hasta el 2013”, continuó.
Asegura que la West-Eastern Divan fue una escuela de violín, de dirección, de música, filosofía y humanismo. “Aprendí de todo, música al más alto nivel, la relación de la música con la vida y el ser humano; aprendí sobre el grave conflicto del Medio Oriente e hice grandes amigos israelíes y árabes. Con estos últimos me identificaba mucho porque hablan el idioma de mi madre”, enfatizó.
Considera que West-Eastern Divan es un proyecto único, sólo comparable con El Sistema venezolano en la dimensión humana y social, y en que ambos tienen una finalidad artística extraordinaria. “Me siento afortunado de haber pertenecido a estos dos enormes proyectos. Ahora que soy un director independiente guardo conmigo todo ese bagaje de conocimiento y experiencias”.
Asistente de Barenboim
Uno de los momentos claves de su carrera sucedió en el verano de 2012, siendo músico activo de la West-Eastern Divan. “Estábamos haciendo el ciclo de sinfonías de Beethoven y el maestro Barenboim decidió hacer unas clases magistrales para tres miembros de la orquesta, quienes éramos directores. Me pidió que preparara la Séptima sinfonía de Beethoven, y él se sentó en mi silla de jefe de fila de los segundos violines, para seguir el ensayo y darme clases. A partir de allí todo cambió y me comenzó a tratar como a un joven director. Frecuentemente me permitía dirigir a la orquesta en algunos ensayos durante las giras, hasta que un día me propuso ir a Berlín y dirigir frente a la Staatskapelle de Berlín para el puesto de asistente, que quedaría liberado en 2013. La audición fue al finalizar uno de sus ensayos para la ópera Siegfried, de Wagner, y me dejó los últimos 20 minutos para hacer la Tercera sinfonía de Beethoven, y luego de consultar con los músicos de la orquesta me llamó a su oficina y me propuso el trabajo, previniéndome, de manera inteligente, que lo pensara bien, porque sólo debía aceptar si me apasionaba el teatro y la ópera, su tono de voz provocó un suspenso”, narró.
Sin mucho que pensar, y visto que le apasionaba la ópera, al siguiente día se convirtió en el asistente de Daniel Barenboim, y desde ese momento, más que su ayudante, fue su alumno, porque continuaba trabajando en su formación y le enseñaba todo lo que podía. “Me aconsejaba, criticaba, regañaba… y si hacía falta, me ponía a prueba, a dirigir de todo. Tuve que aprender una enorme cantidad de obras y siempre estar listo para atender cualquier encomienda”, puntualizó este venezolano, para quien apenas comenzaban los retos.
“En una oportunidad, como a las 3 de la madrugada, me envió un mensaje por teléfono, pidiéndome ensayar al día siguiente la Suite lírica, de Alban Berg, porque él estaba enfermo. Lo más importante era siempre estar activo, curioso, preguntar y provocar, así se aprende más de él, porque le gustan los retos, la curiosidad y cuestionar todo. En esos años establecí una buena relación con la Staatskapelle de Berlín y en la primera temporada de asistente 2013-2014, dirigí siete funciones de La traviata. Y al año siguiente dirigí más de 25 funciones entre El barbero de Sevilla, L’Elisir d’Amore, la Consagración de la primavera, de Stravinsky, The Rake’s Progress, del mismo compositor, y Tosca, de Puccini. El maestro Barenboim y la orquesta me dieron una confianza enorme”.
Hoy día es director invitado con la responsabilidad de dirigir entre 10 y 15 funciones por temporada. La Ópera de Berlín pasó a ser su casa artística.
Pasión es igual a éxito
Domingo García Hindoyan sostiene que el músico se convierte en profesional en el momento que tiene la pasión como guía y cuando ésta pasa a ser más grande que la razón. “A partir de la pasión, crece la razón, el análisis, el método y la disciplina”, aseguró.
-¿Cree que es la pasión la que conduce su éxito como artista?
-La pasión musical nos ayuda a sobrepasar todo tipo de dificultades, a fortalecer nuestras convicciones y desarrollar al máximo el talento natural, con trabajo minucioso, detallado, disciplinado y profundo. Uno puede tocar 80 conciertos por año y siempre será la misma sensación; es muy especial. Los músicos tenemos esa suerte porque la pasión permite que el éxito llegue más rápido. Actualmente mi carrera está bien combinada entre el repertorio sinfónico y el repertorio ópera. En los próximos años tengo estrenos con importantes orquestas y casas de ópera.
Embajador musical
García Hindoyan siente orgullo cuando le hablan de El Sistema en el exterior. “El programa del maestro José Antonio Abreu ha sido un elemento transformador de la cultura musical en muchos países, por ejemplo, en Europa. Hay cada vez más núcleos, intentando adaptar el modelo que nació en Venezuela”, destacó.
En 2011, fundó el MusicEnsemble, Sistema Suiza, en las afueras de Ginebra, específicamente donde hay comunidades de inmigrantes y refugiados mayoritariamente. Allí estudian 140 niños divididos en dos núcleos y está bajo la responsabilidad de tres venezolanos y 6 profesores franceses. “A pesar de su significativa tradición musical, el europeo siempre está buscando nuevas maneras de acercarse a la gente y gracias a El Sistema, la música ahora es parte de eso”, destacó.
Una nueva familia de músicos
El maestro García Hindoyan está casado con Sonya Yoncheva, una de las sopranos más importantes del canto lírico en la actualidad. “A mi esposa la conocí en el 2009, cuando dirigí su concierto de grado en el Conservatorio de Ginebra. Para ese entonces yo era asistente de dirección del Conservatorio. Luego nos volvimos a ver en 2013, en la Ópera de Berlín y ahí comenzó nuestra historia de amor. Fue muy rápida. Una locura para mí”.
De su matrimonio nació un niño que ahora tiene dos años. Se llama Mateo, quien ya comenzó a mostrar su interés por la música. Su mamá cantó hasta los siete meses de embarazo, prácticamente todo el tiempo fue estimulado por la música.
“Como ambos viajamos mucho por trabajo tenemos que planificar constantemente nuestra vida en familia. Estas navidades y final de año trabajaremos juntos en la gala de año nuevo de Baden Baden, en Alemania. Naturalmente nuestra vida gira en torno a la música, ayudándonos mutuamente, pero cada vez que podemos descansar en familia en las montañas suizas o en las playas del Caribe, no dudamos en escaparnos”, volvió a sonreír.
Un sentimiento llamado Venezuela
“Venezuela soy yo mismo y es mi vitamina”, dijo sin pensar dos veces Domingo García Hindoyan. “Crecí en ella, es mi tierra, fue mi escuela, ahí está mi familia, mi cultura, mis amigos, mi castellano, mi acento y mi comida. Estoy todo el tiempo pegado a mi país, pendiente de todo y preocupado cuando las cosas no van bien. El Sistema ha sido por muchos años orgullo y esperanza de un país, y se debe luchar en medio de estos difíciles momentos porque siga siendo así, por lo tanto debemos proteger El Sistema y, a su vez, El Sistema también debe proteger a Venezuela para que siga creciendo, tocando, cantando y luchando”.