Autores premiados de “Componiendo tu futuro” comparten la historia de su participación
Desde Barquisimeto, Upata y Los Teques lograron enviarse las obras premiadas en este concurso de composición, abierto para jóvenes de El Sistema como parte de las actividades del 75 aniversario de la ONU. Julio Landaeta, ganador del primer lugar, Fernando Rivas del segundo y Jorge Díaz del tercero reflejan el valor de luchar contra las adversidades para lograr un propósito. Cada uno, en circunstancias particulares, debió sortear dificultades viendo recompensado el esfuerzo con los premios recibidos en ceremonia virtual
Prensa El Sistema
Alegría, euforia y orgullo son los adjetivos que califican para definir las emociones vividas por los ganadores del concurso “Componiendo tu futuro”, convocado el pasado mes de mayo para jóvenes del El Sistema. Los resultados favorecieron el trabajo desarrollado por Julio Landaeta, ganador del primer lugar con El laberinto encantado; Fernando Rivas, quien logró el segundo puesto con su obra Epifanías del cataclismo; y Jorge Díaz, quien se alzó con el tercer puesto, entre 5 seminifinalistas, con su recreación Amalivaca. Ese mismo espíritu fue el que mostraron en la ceremonia de entrega de sus galardones.
La invitación de esta competencia, además de ofrecer un estímulo a la creación musical como parte de las actividades conmemorativas del 75 aniversario de las Naciones Unidas (ONU), se centró en la proposición de discursos conectados con los desafíos de los tiempos por venir. Y más allá de las variables temáticas, estilísticas y técnicas que finalmente llevaron al jurado a otorgar los lugares ganadores a tres jóvenes formados en los núcleos de Barquisimeto, Upata y Los Teques, los autores de las obras escogidas ofrecen historias de gran perseverancia, las cuales son, sin duda, un valor agregado a los reconocimientos obtenidos en este concurso.
El laberinto encantado, representación de nuestra vida cotidiana
Julio Landaeta (primer lugar) nació en Barquisimeto, tiene 24 años y lleva la mitad de su vida estudiando y formándose como compositor. Inició sus estudios de música a los 6 años en el Conservatorio Vicente Emilo Sojo, donde alternaba sus estudios de solfeo con las prácticas de la trompeta. De la mano de Gary Núñez, Virgilio Rosendo y Alfredo D’addona siguió su crecimiento dentro de las agrupaciones infantiles y juveniles de El Sistema en Lara. A los 12 años se inclinó por las clases de composición, siendo su tutor hasta hoy el maestro de carrera internacional Giancarlo Castro. También pasó por la actual Escuela Nacional de Trompeta, donde además de estudiar el instrumento aprendía también técnicas de composición. Han pasado doce años desde que comenzó a archivar sus experimentaciones creativas, con las cuales ahora obtiene su primer fruto.
“Mis primeros pasos fueron a manera de práctica. Estaba todavía muy niño cuando comencé a experimentar en la creación musical. Sin embargo, tuve mucha asesoría de mi maestro Giancarlo. Siempre me ha gustado el cine y por allí comencé a hacer mis primeras composiciones. Buscaba extractos sin ambientación musical para crearla y a partir de allí comencé a realizar diversas composiciones que compartía de forma online. Ahora continúo mi formación profesional también de forma virtual”.
El pitazo para entrar en esta competencia le llegó a través de un amigo, ya que son escasos los momentos en los que logra conectarse a internet para ver las redes sociales. De igual forma logró hacer la inscripción a través del correo del coordinador del Conservatorio de Barquisimeto, Freddy Silva. A la vuelta de muchas dificultades para presentar su trabajo logró enviar los archivos de música, poco esperanzado con los resultados.
“No me lo esperaba, aunque sea un lugar común decir estas cosas. Estuve decidido a participar, pero me sentí en desventaja con respecto a otros concursantes de gran calidad en su trabajo. Sin embargo, haber llegado hasta la fase de semifinales me alegró muchísimo, pero la noticia del primer lugar fue toda una sorpresa que me llegó por un mensaje del maestro Andrés Ascanio. ¡Naguara! la emoción que sentí. De inmediato lo compartí con mi esposa y mi familia y todavía estoy viviendo la alegría”.
El autor del Laberinto encantado está enfocado en el trabajo orquestal, pero le gusta dedicar especial énfasis a la secciones de viento metal y particularmente la tesitura del corno francés, aunque no sea el instrumento que ejecuta en orquesta. “El mío es un estilo impresionista basado en la tonalidad y las formas de la composición contemporánea del siglo XX. Además del respeto que me inspira mi maestro Giancarlo Castro me influencia el estilo creador del maestro John Williams. Lo admiro profundamente”.
Julio Landaeta está entregado a la idea de sortear las dificultades del presente y enviar un mensaje de resiliencia y perseverancia a las generaciones futuras.
“El concepto principal de mi obra, fue una representación de nuestra vida cotidiana, de ahí viene su nombre. La vida no es del todo o mejor dicho, nada sencilla. Existen muchos obstáculos que se van presentando y esa es la realidad cotidiana, solemos creer que no nos deja avanzar, es como si una especie de encantamiento nos cegara por completo, en pocas palabras, se convierte en un laberinto encantado. En eso se inspiró mi mensaje, pues todo laberinto; tiene su salida, la cual represento en el último minuto de mi obra, brindando una sensación de victoria, con la finalidad de demostrar que; si me tropiezo, no importa, puedo caerme, pero después de eso, puedo y debo levantarme, quitarme de la ropa la suciedad del suelo y seguir adelante”.
Epifanías del cataclismo, toda convulsión llega a su fin
Desde que tenía tres años, Fernando Rivas toca tambor, cuatro y los teclados. Al principio fueron juguetes y todavía los conserva como trofeos de sus primeros estímulos musicales. Nació en Ciudad Bolívar aunque creció en Upata, donde comenzó sus acercamientos a la música. “Comencé de la mano del maestro Ángel Resplandor con la flauta dulce. Luego pasé a la escuela Arte Musical Upata, donde aprendí a tocar violín con la maestra Teresa Cedeño de Ashlam, mientras continuaba en las clases de flauta. En 2009 llegó el Sistema a esta ciudad del estado Bolívar abriendo muchas más posibilidades de aprendizaje académico. En este núcleo formé parte de la orquesta infantil y juvenil y conocí al maestro Manuel Gudet, con quien comencé a saciar mi curiosidad por las partituras”.
Los maestros Hilario Arce, Pedro y Noel Linero, entre otros, le ayudaron a seguir avanzando. Tuvo la oportunidad de ser concertino durante su paso por todos los niveles de aprendizaje y práctica de las orquestas del núcleo de Upata. Y aunque ahora está en Ciudad Bolívar para estar con su familia mientras pasa esta contingencia del aislamiento social, tuvo que mudarse a Caracas en 2019 para seguir creciendo en sus aspiraciones de compositor. Es alumno del Conservatorio de Música Simón Bolívar y cursante de la carrera de Psicología en la UCAB.
“Fue el maestro Jesús Hernández quien me avisó del Concurso y me animó a inscribirme. No estaba seguro de cumplir con las entregas de la obra, porque en Upata no tenía ni computadora ni conexión a internet. Fue mucho estrés por las limitaciones que tuve que enfrentar y después cuando se acercaba la fecha de entrega, tuve que hacer la transcripción de mis bocetos en solo tres días. Por eso no pensé que llegaría tan lejos, a pesar de que deseaba mostrar mi trabajo. Fue una gran sorpresa cuando me dijeron que había calificado a semifinales y aún más cuando recibí la notificación del premio. Todo fue así como romper barreras pues cumplí los 18 años justo en mayo cuando lanzaron la convocatoria”.
Fernando Rivas piensa que lo fundamental para enfrentar el futuro es formarse, adquirir conocimientos y profesionalizarse. Es así que podrá contribuir con un mejor porvenir.
“En la obra como el nombre lo dice, el concepto está basado en los grandes cataclismos o catástrofes mundialmente conocidas y representadas musicalmente a través de esta obra, tales como las guerras mundiales, terremoto tsunami del Índico en 2004, tornado triestatal de 1925, las manifestaciones en Venezuela desde el 2014, otras pandemias como la peste negra, la gripe española… entre otras, que son representación también del pasado de nuestra situación actual, antecedentes con respecto al momento histórico que estamos atravesando hoy en día, y aunque no parezca un mensaje de esperanza la forma de la obra está diseñada de manera tal, que el mensaje de esperanza sea transmitido, porque la obra hace referencia a varios cataclismos mientras se va desarrollando hasta llegar a un clímax que tiene como significado la esperanza y por supuesto todo el esfuerzo que manifestamos ante cualquier crisis, para desembocar en su desenlace que representa la tranquilidad que siempre existe luego de un acontecimiento, el fin de la tragedia o el camino a la normalidad”.
Amalivaca, un mito de resistencia
Jorge Díaz comenzó sus estudios musicales a los 10 años en el núcleo de la Fundación del Niño en Los Teques. De allí pasó al Núcleo principal de la región altomirandina, bajo la dirección del maestro Gregory Carreño. Tras recibir el título como bachiller tomó la decisión de audicionar en el Conservatorio de Música Simón Bolívar y así comenzó sus estudios a nivel superior. También formaba parte de una banda de música popular en la que descubrió sus aptitudes para la composición y así inició el camino por el cual transita desde hace poco menos de una década. Tiene 26 años y el resto de su vida para seguir triunfando en la carrera que le apasiona. El año pasado egresó de la Cátedra Latinoamericana de Composición que dicta el maestro Gerardo Gerulewicz de la cual ahora también es profesor.
Para su participación en el Concurso “Componiendo tu futuro” debió concebir la obra en tan solo cinco semanas, pues cuando se enteró de la convocatoria ya se había acortado el plazo para la inscripción y postulación de su obra. “Todo transcurrió muy rápido, por eso no tenía grandes expectativas. Pero todas las semanas entraba al correo buscando una respuesta y cuando por fin me llegó la notificación de la fase de semifinales me atacaron los nervios. De allí en adelante no pude despegarme de la computadora. El día que anunciaban los resultados entraba al buzón cada media hora, en realidad la espera fue horrible”.
No es la primera vez que el autor de Amalivaca se presenta a concurso. Relata que han sido muchos años de enviar sus obras y pasar períodos de espera en los que simplemente no pasa nada. “Cuando por fin tuve la notificación del premio inmediatamente avisé a mis profesores y mi familia. Para mí ha sido una alegría muy grande para mí recibir esta noticia”.
En casi más de dos décadas dedicado a su formación profesional, Jorge Díaz ha logrado fijar sus metas en Venezuela. Su mayor aspiración es seguir creciendo en nuestro país y seguir su labor de formador para modelar valores en sus alumnos.
“Al componer la obra sinfónico-coral Amalivaca quise explorar las raíces de la cultura venezolana. Dejando volar un poco la imaginación, considero que en el momento del diluvio universal Amalivaca fue una respuesta de esperanza para la humanidad, pues según el mito, salvó a los indígenas de la catástrofe y ayudó a repoblar la tierra con las semillas del Moriche, teniendo a su vez la visión para preparar a sus hijos de la mejor manera para el futuro. Al relacionar la leyenda con la realidad actual, considero que cada sociedad debe ser guiada por líderes capaces y eficientes que tomen las medidas necesarias para solventar una situación tan complicada y que a su vez tengan la visión de preparar lo mejor posible a las nuevas generaciones”.
Los logros de estos jóvenes profesionales nos anima a continuar estimulando el talento que se forma en el Sistema Nacional de Orquestas y Coros Juveniles e Infantiles de Venezuela, cuyo órgano rector es la Fundación Musical Simón Bolívar, adscrita al Ministerio del Poder Popular para el Despacho de la Presidencia y Seguimiento de la Gestión de Gobierno de la República Bolivariana de Venezuela.