Christian Vásquez: “Todo lo que soy lo transmito con la música”
El joven músico venezolano, quien se encuentra de gira por Europa junto a la Sinfónica Juvenil Teresa Carreño, hace un recuento de su historia de amor con la dirección y de cómo es su relación con las tres agrupaciones de las cuales es Director Musical: la Sinfónica de la Juventud Aragüeña José Félix Ribas, la Orquesta Sinfónica de Stavanger y la Juvenil Teresa Carreño
24 de marzo de 2006. Sala José Félix Ribas, Teatro Teresa Carreño. Concierto para violonchelo y orquesta Nº 1, de Camille Saint-Saëns. Christian Vásquez dirige por primera vez en Caracas a la Sinfónica de la Juventud Aragüeña José Félix Ribas. Comienza la historia: el maestro José Antonio Abreu decide darle clases de dirección orquestal, siendo él, para entonces, violinista de la Orquesta Sinfónica Simón Bolívar de Venezuela. Tenía 21 años de edad y para diciembre ese mismo año, el fundador de El Sistema lo nombra Director Musical de la orquesta aragüeña.
“A partir de ahí comencé a dirigir más y a tocar menos. Cuando tenía semanas libres o algún proyecto con la José Félix Ribas, pedía permiso en la Simón Bolívar para poder dirigirlos. Llegamos, incluso, a presentarnos en una muestra para el maestro Claudio Abbado. Aquí comienza esta historia, inicia mi primer amor”, confiesa el maestro Christian Vásquez, quien suma a su corta carrera como director otros dos grandes amores: la Sinfónica Juvenil Teresa Carreño de Venezuela, con la que se encuentra actualmente de gira por Europa, y la Orquesta Sinfónica de Stavanger, en Noruega.
– En esta historia, usted ha asumido importantes compromisos con la Teresa Carreño y la Sinfónica de Stavanger. Sin embargo, cada vez que está en Venezuela procura dirigir a su “primer amor”. ¿Qué lo mantiene unido a la Sinfónica José Félix Ribas?
– Lo que soy ahora es gracias a lo que aprendí con esa orquesta. Incluso, con la Orquesta Sinfónica de San Sebastián de Los Reyes. Es con esa agrupación que tengo mi primera oportunidad de dirigir. Si no fuese por ambas orquestas hubiese sido imposible aprender el arte de la dirección. Nadie me obliga a seguir dirigiéndolos, es algo que hago porque me llena. Cada vez que hablo de mi carrera como director, lo primero que hago es mencionar de dónde vengo. Con ellos no solo aprendí a tocar o a leer música, aprendí valores que siempre llevo en mi corazón y en mi mente. Aún voy a darles clase a los muchachos de Maracay.
– Al mismo tiempo que era director de esa orquesta aragüeña, pertenecía a la fila de los segundos violines de la Simón Bolívar. ¿Cómo conseguía manejar ambas responsabilidades siendo aún tan joven?
– La primera vez que dirigí fue en San Sebastián de Los Reyes. Tenía 15 años de edad. Conduje el Himno Nacional de Venezuela. Estando en la Simón Bolívar, comencé a dictar clases seccionales en Aragua, y, de vez en cuando dirigía algunas obras para orquestas infantiles. Sin darme cuenta, nació la pasión por la dirección. Cada vez que teníamos ensayo con la Simón Bolívar agarraba el score de la obra que íbamos a interpretar, me refiero a la partitura donde está escrito lo que tocan todos y cada uno de los instrumentos, y lo colocaba encima del estuche de mi violín. Mientras el director paraba para trabajar con otras secciones de la orquesta, tomaba el score y anotaba las indicaciones que él daba. En algunos casos, acertaba ciertas correcciones que el director hacía. Ante cualquier duda, Gustavo Dudamel me explicaba. Cuando él se enteró de que me gustaba la dirección, me pedía que dirigiera a la orquesta en los ensayos, para que él pudiera escuchar la acústica de las butacas de las salas. Siempre conté con su apoyo y el de toda la orquesta.
– ¿Cómo fue el proceso de dejar de formar parte de la Sinfónica Simón Bolívar de Venezuela?
– Muy natural. Comencé de poco a poco. Hasta que los acompañaba cada vez menos como violinista. Pasé a dirigirlos más. Era un complemento. A veces, podía aportar más desde el podio. La última vez que compartí atril con la Bolívar fue en 2010, en un concierto en París.
– ¿Cómo fue ese primer concierto dirigiendo a la Simón Bolívar?
– ¡El apoyo fue increíble! Hicimos juntos la Sinfonía N° 2, de Gustav Mahler, en la Sala Ríos Reyna del Teatro Teresa Carreño. Antes del concierto, todos mis compañeros me repetían que me apoyaban, que todos éramos una misma orquesta. Alejandro Carreño, el concertino, se acercó a mi camerino y me dijo: “Aquí estamos contigo para batallar, y para tocar y luchar”. Pero la verdad es que en ese momento me sentía muy chiquito. No sólo iba a estar frente a una orquesta gigante, sino que además el coro era apabullante. Ha sido uno de los momentos más bonitos de mi vida.
El mundo como escenario
– Luego de ese debut con la Bolívar comienza su fogueo internacional. ¿Cómo fue ese primer concierto fuera de Venezuela con la Orquesta Filarmónica de Radio France?
– Fue a finales de 2008. Gustavo Dudamel tenía un concierto con Radio France; pero no podía llegar a tiempo a los ensayos. Tenía una presentación en Roma. El maestro le consultó a la orquesta si yo podía hacer ese primer ensayo. Lo aceptaron. Además de ensayar con ellos, los dirigí en un Family Concert, en el que hay un narrador que explica la obra a los niños. Hicimos juntos Pájaro de Fuego, Suite 1919, de Igor Stravinsky. A la gente de Radio France le gustó tanto, que luego me invitaron a realizar otros conciertos.
– Después de ese primer concierto en el exterior, ¿tenía conciencia del horizonte que profesionalmente se le estaba abriendo?
– No. Todo ha pasado demasiado rápido en mi vida musical. Todavía hay algo en mí que no se lo cree. Todos los compromisos que tengo ahora los asumo de la misma manera: como si fuese a dirigir en una plaza, o en un gran teatro o en cualquier lugar que no se pueda encontrar en el mapa. En ningún momento comencé a dirigir para estar frente a grandes orquestas o ir a grandes teatros. Comencé a dirigir porque me di cuenta de que es lo que amo; es lo que más me llena. ¡Me hace feliz! La oportunidad se dio y la he aprovechado al máximo. Se necesita, claro, más dedicación, más constancia y más estudio.
– En estos momentos, con 29 años de edad y una corta pero fructífera carrera, ¿Cómo se ve usted mismo como director?
– Nada de lo que he hecho como director ha sido rebuscado. No me guardo nada en los conciertos. He visto los videos de mis conciertos y me doy cuenta de que soy más extrovertido en el podio. No me importa gritar, saltar o poner caras. No me importa nada. Todo lo que soy lo transmito con la música. Es mi refugio.
– Desde el punto de vista técnico, ¿qué ha sido lo más difícil al momento de estudiar tantos repertorios para dirigir a tanto a las orquestas venezolanas como a las de otros países?
– Los directores venezolanos somos dichosos y privilegiados de tener a nuestras orquestas en programación constante. Todo el repertorio que dirijo en el exterior lo hago primero en Venezuela. Adicional, los directores venezolanos de El Sistema tenemos otra ventaja: somos músicos de orquesta, nos formamos y venimos del seno de una orquesta. Por ello para mí es mucho más fácil aprenderme un score que ya he visto como violinista. Yo mismo estoy en una orquesta desde los 9 años de edad. Si es un repertorio nuevo, estudio cuatro horas diarias en las noches. También aprovecho toda la tecnología para nutrir más mi estudio y consultar, por ejemplo, varias versiones de una obra.
– ¿Tiene usted un hábito que haya creado gracias al modelo de enseñanza de El Sistema…?
– Todo esto ha sido gracias al maestro, José Antonio Abreu. Él te suelta frente a las orquestas y te dice: “dale”. Me pasó con la Sinfonía N° 2, de Mahler. El maestro me llamó dos semanas antes para decirme que iba a dirigirla. Era Semana Santa y estaba llegando a la Colonia Tovar. Me regresé de inmediato a casa para buscar el score. Me acostaba a las 12 de la noche y me levantaba a las 5 de la mañana para poder dirigir de memoria. Es que cuando diriges la obra de memoria te sientes más libre, tienes más contacto con la música. Mi instrumento es la orquesta y para que tengas más química, es mucho más fácil dirigir sin partitura. Puedo ver a los músicos, me puedo reír con todos ellos.
– ¿Cómo es la relación con los músicos de la Sinfónica de Stavanger?
– Es una gran relación. Después del concierto se acercan a mí y me dicen que quieren que regrese pronto para seguir haciendo conciertos. Es un sentimiento mutuo. De ellos me enamoré a primera vista. Siempre llego muy preparado a trabajar, y soy muy detallista a la hora de corregirlos de buena manera. Lo hago con mucha educación y respeto. Y a ellos les gusta la combinación de buen trabajo con la calidad humana.
– ¿Qué le ha aportado Christian Vásquez a la Sinfónica Juvenil Teresa Carreño?
– En los últimos meses le he hablado a la orquesta de desarrollar la virtud de la humildad. Les pido que no se olviden de dónde venimos; de cuál es la visión de El Sistema, y cuál es el objetivo del maestro Abreu. Es que mientras más logros consigamos, es cuando más tenemos que tener los pies en la tierra. Porque nosotros somos el ejemplo de los niños que vienen detrás. En el futuro vamos a ser sus profesores.