Sinfónica Nacional Infantil demostró que Venezuela está sembrada de música
El maestro Gustavo Dudamel dirigió a los 208 músicos, entre 8 y 14 años de edad, que ovacionaron de pie al maestro José Antonio Abreu por sumar 39 años de labor educativa, social y musical en todos los estados del territorio nacional
Una niña mira a través de sus binoculares. Busca, llena de ansiedad, a su prima. Una señora se levanta de su asiento y agita, una y otra vez, sus brazos. Intenta que su hija pueda verla. Está tan emocionada que por sus mejillas corren lágrimas. «¿La viste?», le pregunta a su esposo, quién afirma moviendo la cabeza hacia arriba y hacia bajo. Se comienzan a mezclar entre los aplausos de más de 800 personas, los nombres de algunos de los integrantes de la Sinfónica Nacional Infantil de Venezuela. Intentan que los chicos ubiquen en cuál asiento de la Sala Simón Bolívar, del Centro Nacional de Acción Social por la Música, presenciarán sus familiares el concierto que los reúne por primera vez con la batuta del maestro Gustavo Dudamel.
Los 208 niños y jóvenes que forman parte de la más reciente generación de la SNIV respiran profundo. También están emocionados. Se concentran. Sale al escenario el director venezolano para conducir, este 15 de febrero, el quinto de los seis conciertos en los que estará en el podio como parte de la programación aniversaria del Sistema Nacional de Orquestas y Coros Juveniles e Infantiles de Venezuela.
«Santa Cruz de Pacairigua», escrita en 1954 por el maestro Evencio Castellanos para rendirle tributo a la localidad de Guatire, en la que había nacido el gran compositor venezolano Vicente Emilio Sojo, fue la obra que inició el concierto pasadas las 6:30 pm. Diego Ramos, la primera trompeta de la SNIV, interpretaría sin equivocaciones las difíciles primeras notas de la obra.
«Los que pertenecemos a la generación anterior a la Nacional Infantil que hoy vemos nunca nos imaginamos que podían llegar unos niños a lograr lo que nosotros ni siquiera soñábamos posible. Este concierto es muy especial porque estamos frente a la orquesta que cambió la vida del Festival de Salzburgo, el más importante evento musical, en el que participan las más grandes orquestas, los más grandes solistas y directores. En el último festival hubo una ruptura. Se abrió paso a algo nuevo, a algo único. Se abrió paso a nuestro amado Sistema Nacional de Orquesta y Coros Juveniles e Infantiles de Venezuela», afirmó en pleno concierto el maestro Gustavo Dudamel.
Lo que vino después de estas palabras fueron sentidos aplausos de agradecimiento para quién fundó hace 39 años El Sistema: José Antonio Abreu. «Maestro Abreu, no tenemos como agradecerle. Nunca bastarán las ovaciones para agradecerle a usted y a quienes lo han acompañado en esta lucha. En esta lucha que arrancó un hombre loco, sí; tan loco que convirtió su locura en un emblema para el mundo», dijo Dudamel entre aplausos de pie para reconocer a José Antonio Abreu, el hombre que ha sembrado de orquestas y coros en Venezuela.
Tras reconocer que jamás habrían podido soñar con que una orquesta infantil pudiese tocar la Sinfonía Nº 1 de Gustav Mahler, el director venezolano también reconoció el trabajo que han hecho durante estos meses los profesores y maestros con esta nueva generación de la Sinfónica Nacional Infantil de Venezuela.
«Quiero agradecerles a todos los maestros que han logrado, fila por fila, nota por nota, el maravilloso nivel de este magnífica orquesta. Aquí están haciendo lo que hemos aprendido con nuestros instrumentos: mostrar cómo Venezuela ha sido sembrada de música. La sinfonía que van a escuchar es una de las más complejas que existe. Es que hablar de Mahler es hablar de complejidad, no sólo para una orquesta infantil o juvenil, sino también para una orquesta profesional. Tiene muchos matices que solamente la madurez puede echarlos andar», confesó Dudamel para luego dirigir la obra que puso de pie a Salzburgo.
La madurez de los músicos entre 8 y 14 años conquistó al público. Procedentes de todos los estados del país, estos chicos mostraron en Caracas su destreza y su pasión musical. Interpretaron con la elegancia de una orquesta profesional la obra que Mahler culminó cuando tenía 28 años, en 1888. El último movimiento, «Titán» – nombre con el que años después sería reconocida la sinfonía -, retumbó en las paredes de la sala ubicada en Quebrada Honda. El público que colmó el recinto respondió con más o igual perplejidad que los austriacos en agosto de 2013. No lo podían creer. No podían creer que estos chiquillos, muchos de ellos sus hijos, sobrinos o familiares, pudiesen decir a tan corta edad que habían interpretado a Mahler con majestuosidad.
El joven Jesús Parra sería el encargado de dirigir los bises. El también integrante de la Sinfónica Juvenil de Caracas, se volvía a encontrar con los niños que dirigió en Salzburgo. Lo aplaudieron cuando Dudamel le entregó la batuta. La niña ya no usaba sus binoculares. Colgaban de su cuello, mientras aplaudía a su prima. Brincaba emocionada. El público de pie aplaudía a 208 músicos que reafirman «39 años haciendo música por la Paz».