Juan Carlos Núñez: Los niños y jóvenes son la única opción para el arte
El compositor, arreglista y director venezolano es uno de los fundadores de El Sistema, hecho del que partió para describir en esta entrevista su visión histórica de la creación en el país y sus reflexiones sobre la música sinfónica
Juan Carlos Núñez (1947) es considerado uno de los compositores de vanguardia más importantes de Venezuela. El Sistema ha querido conversar con él sobre su obra, su devenir, cosa que fue imposible hacer desde una perspectiva individual. Este maestro vivió junto a José Antonio Abreu los primeros pasos que dio El Sistema, y aunque separó su presencia directa del crecimiento ocurrido en estas casi cuatro décadas para dedicarse a su obra, su análisis acerca de la búsqueda venezolana y suramericana de la sonoridad coloca, reiterativamente, a este proyecto como un punto de partida.
En adelante conversará sobre su posición creativa en el contexto que le tocó vivir: la contemporaneidad, una que quizás ayudó a comprender mejor sus estudios de historia en la Universidad Central de Venezuela (UCV). Para este hombre, ganador del Premio Nacional de Música (1972), creador de la cátedra de composición Antonio Estévez y maestro del Programa de Formación Orquestal de El Sistema Nacional de Orquestas y Coros Juveniles e Infantiles de Venezuela, la fórmula final de la música no es un estilo, sino la búsqueda de una estética local y regional. Una búsqueda que no ha dejado de hacer y que espera responder impenitentemente con cada creación: ¿qué es ser venezolano?
-Cuéntenos, ¿cómo se describe usted como compositor?
Yo soy un compositor esencialmente ubicado después de los nacionalistas. En ese momento nos encontramos con una pregunta: ¿qué es lo que viene?, y otra versión de esa pregunta es lo que hago en la Segunda toccata; ¿cómo es la música sinfónica venezolana?
Todo eso tiene una contextura histórica, todo tiene una ubicación, y la gran pregunta -no sólo de Venezuela, sino de Suramérica- es: ¿dónde están las estéticas nuevas? En esas estéticas nuevas hay dos posiciones: una, que es lo que yo llamo el iluminismo europeo; copiarlo, que es la salida del 95%. Otra salida que es preguntarse qué es ser venezolano. Yo decidí enfocar mi música sinfónica en una estética propia que supuestamente es la lectura de toda esa contextualidad, donde incluso está incluido El Sistema, porque yo me voy de las escuela de música, la cuestiono porque pensaba que violaba mi espacio creativo con un sistema musical absurdo, decadente, pero al ocurrir eso surge El Sistema con una gran fuerza. Yo fui uno de los fundadores. Dejé el proceso de consolidación, que son estos 39 años, por esa obra sinfónica.
-Se separa usted marcadamente de la época del nacionalismo, ¿por qué?
Yo creo que el nacionalismo es un estado mental. Creo que después de la Cantata Criolla (Antonio Estévez) eso murió. Creo que el nacionalismo no es una fórmula, creo que es una cantidad de obras muy concretas, con nombres muy concretos, y eso ya pasó. Lo que íbamos a hacer con eso ellos lo hicieron muy bien.
-En esa búsqueda de la forma, quisiéramos saber no cuál es su estilo, sino a qué suena su obra. Usted ha dicho que la creación no está al margen de la sociedad, que el creador es un líder dentro de la comunidad…
Sí, así es. La primera contradicción que hay en la orquesta es que es un producto europeo. En la medida en que queremos inventar una sonoridad diferente, nos encontramos reglas tremendas que no podemos violar: tímbricas, estructurales, pero, al mismo tiempo, el contenido de toda esa exaltación sinfónica es lo que, a mi juicio, tiene el valor. Yo creo que ese contenido es la opción de la metáfora que se quiere alcanzar, una que para mí no es la visión de un mundo que va a finalizar cuando yo desaparezca; no es la visión de un mundo transitorio, sino la visión de lo que será… de lo que será la visión de la orquesta traducida en esa metáfora. Muy distinta de la música europea, que tiene su propia discusión estética.
-Dentro de este proceso de masificación de la música que ha creado El Sistema, se observa que escoger el camino de la composición no es lo más común, pareciera ser una elección menos popular que dirigir o tocar un instrumento. Usted ha expresado antes que crear música requiere un rigor increíble y que hay que estar preparado para las carencias, ¿cuáles son esos rigores a los que se somete el compositor?
Yo pienso que el primer rigor y el primer impedimento para la creación es el actual sistema musical que toca el punto de la creación, es decir: los profesores de armonía, el pensum, la visión de todo eso. De ahí no va a salir absolutamente nada. Lo que iba a dar ese modelo lo dio, que es nada. Mientras que El Sistema -yo diría que reconociendo toda esa dedicación, no solamente mía, sino de otros muchos compositores- ha creado un programa donde la composición es una de las opciones, y te puedo decir con mucha sinceridad que por lo menos hay 7 jóvenes que no llegan a 25 años que serán mejores que todo lo anterior, ¿por qué? porque el modelo escoge materias muy concretas para no hacer perder tiempo al joven. El joven venezolano no tiene ni tiempo ni dinero para dedicarse como un europeo a la música.
-Explíquenos esa comparación entre el joven compositor venezolano y el europeo.
Bueno, que no tiene tiempo ni dinero. Allá eso es visto realmente como una profesión, y no es que aquí no pudiera ser, pero el objetivo, realmente -creo que en un 70%- no es ese. El objetivo de El Sistema es dar una multi opción de pertenecer a una herramienta social donde los objetivos no son académicos ni buscan tomar la posición del arte, o la discusión estética como una más en la sociedad, no, en El Sistema hay una opción total: son las 24 horas aquí. Esa es la forma de que funcione. La base conceptual es: ¿tú eres creador? bueno, aquí tienes todas las opciones a tu favor.
-Volviendo brevemente a la diferencia entre el nacionalismo y la modernidad en la composición: usted ha expresado en otras declaraciones que la modernidad es mucho más interesante que el nacionalismo. En ese sentido, ¿cómo se digiere la modernidad? Para algunos esta época podría manejar una estética indescifrable…
Las generaciones deben tener conciencia de su contextualidad. Esa conciencia de tu generación es -creo yo- la salida final de toda esta generación: que se den cuenta que no son Juan Carlos Núñez, que no son Estévez, que eso ya pasó. ¿Cómo colar a ese prójimo en esas nuevas generaciones? en primer lugar, dándole herramientas para que puedan analizar la estética de Pierre Boulez, de que no sean unos ignorantes. De que digan: «yo sé lo que es Béla Bartók porque lo puedo analizar». Después de esa sapiencia de la forma universal nos podemos poner ante eso, saber que yo no soy eso, y decir: voy a hacer otra cosa.
Me he dado cuenta de que ese hombre nuevo, el nuevo artista, tiene muy poco de creación… es una parte muy pequeña. El otro 70% es el prójimo. Claro, si experimentas al prójimo. Esos jóvenes, finalmente, serán los que propondrán una nueva estética, son los que darán esa respuesta. No es extraño pensar que de este sistema saldrá una generación de autores masivos globalizantes, que sin traicionar su esencia y su contextualidad podrán hacer música… No soy yo, es alguien que tiene 20 años y que no es un ignorante. Para mí ese es uno de los retos. Ya hay unos 6 ó 7, que es bastante.
-¿Qué tienen ellos?
Tienen a El Sistema.
-¿Qué les dio El Sistema?
La opción y el tiempo de reflexionar sobre sus problemas. No sobre los problemas de los nacionalistas, ni los minimalistas u obras incomprensibles.
-Maestro, ya que hablamos de El Sistema, ¿cuáles serían los esquemas que usted considera ha roto este modelo creado por el maestro José Antonio Abreu?
Ha roto la imposibilidad de pensar que el latinoamericano es incapaz de entender todo el arte europeo. Ahora, afortunadamente, todo eso terminó. Comprendemos a Mahler, a Beethoven, a los grandes maestros de la música europea y podemos versionarlos. Yo creo que es la gran ecuación que resolvió José Antonio Abreu… como si el arte no es un problema de los artistas, como si es la consecuencia de una visión mucho más seria de la gente; una visión de tú a tú con la gente.
En una segunda etapa, sigue el afianzamiento de esta opción. Descrito con una palabra que está muy de moda en el mundo en este momento, El Sistema logró inclusión. En la música tienes que pertenecer a un prójimo, tienes que ser sociable, tienes que ser diplomático. Tienes que ser un ser evolucionado. Si no puedes entender eso, si no puedes estar en el prójimo, entonces no los vas a entender nunca. Esto es algo que ahora es mucho más constatable en la realidad: niños y jóvenes haciendo música… lo ves en otros países pero de una manera absolutamente distinta.
-¿Qué opinión le merece que El Sistema esté enfocado en trabajar con niños y jóvenes, que nuestros núcleos hayan llegado a sitios remotos, a comunidades vulnerables?
Yo creo que es la única opción para el arte. No olvidemos que, finalmente,cuando escuchamos a la Simón Bolívar cuando hizo la Consagración de la Primavera (Igor Stravinsky) con Zubin Mehta, él fue tan exigente como con la Filarmónica de Nueva York, ¿y de dónde venían esos jóvenes? de la sociedad venezolana. Por eso El Sistema ha logrado enfrentar muchos prejuicios, y me voy otra vez al iluminismo europeo: el chamo no tiene el rollo de qué es Mahler, pero está experimentando la metáfora de Mahler. Esa sí le llega perfectamente de una manera libre, y estoy seguro que como a él le hubiese gustado que llegara.
-Finalmente, ¿cuál cree usted es legado más importante de El Sistema
Este sistema que ha logrado eliminar el prejuicio, la parte de la historia que nos va a hacer perder tiempo, que nos consideraría como unos intrusos. Eso es lo que el mundo debería reconocerle a José Antonio (Abreu). Ha enfrentado al minotauro del prejuicio. Para eso hay que tener una gran confianza, una gran conciencia y ser un gran músico para entender la historia de la música. No es que vamos a hacer una música de Marte, es la música, pero se filtraron los prejuicios que quitaron lo nocivo; la discusión por la discusión sin resultado. El Sistema debe ser permanente y debe afianzarse. La lucha debe ser constante.
¡Fíjate como los venezolanos pueden mostrar esa metáfora al mundo sin traicionar la obra de Tchaikovsky, por ejemplo! Quizás para los norteamericanos o para los franceses esa entrega es una debilidad, por un prejuicio. Entonces, ¿cuál es la gran ofrenda de El Sistema al final? el arte musical.