Edicson Ruiz resucita al contrabajo del siglo XVIII en el templo de la música clásica
Las entradas para escuchar al solista venezolano este domingo 22 de septiembre en la gran sala de la Philharmonie, están agotadas. Este prolijo músico carga sobre sus hombros la particular misión de mostrar al mundo un tesoro olvidado en el tiempo: la sonoridad y el repertorio del período clásico de su instrumento.
Desde hace más de 12 años la vida del joven Edicson Ruiz es difícil de contar; la magnanimidad de sus logros causa que en ocasiones, el verbo sea insuficiente. Explicar de qué va su trabajo es retador, pues la sensación de no estar dejando claro la trascendencia de su obra, es permanente cuando se escribe sobre él. Eso ocurre desde 2002, fecha en la que llegó a Alemania para integrarse a la fila de contrabajos de la Filarmónica de Berlín con 17 años; eso comenzó a hacer en 2005 cuando cambió las cuerdas de su bajo para explorar la afinación vienesa y decidió que lo hallado, tenía que compartirlo con el mundo; eso hará este 22 de septiembre cuando marque lo que él mismo califica como “un gol histórico” para el legado de su instrumento.
Y es que la Sala Grande de la Philharmonie, sede de la Filarmónica de Berlín, recibe, por tercera vez, a un contrabajo solista. En esta oportunidad es un venezolano, caraqueño, quien marcará el hito de tocar por primera vez en la historia de este recinto -considerado el templo de la música clásica del mundo- repertorio del siglo XVIII con un instrumento de la época: el contrabajo vienés. Las 2.400 butacas que alberga este auditorio están ocupadas para esta cita; seguramente el público alemán sabe qué escuchará: “la presentación más importante del contrabajo en los últimos 40 años”, tal como lo sentencia Edicson. No son pocas las razones que tiene para hacer tal afirmación, y en lo sucesivo, será él mismo quien las expondrá:
¿Qué ocurrirá en tu carrera este domingo?
Tocaré el Concierto nº 15 de Johannes Matthias Sperger con cadencias de Anner Bylsma y Roland Moser. Me acompañará la Orquesta Sinfónica de Berlín, bajo la dirección de Renchang Fu, y este es el concierto inaugural de la temporada de esta orquesta. Yo he tocado en la sala grande de la Philharmonie como solista, pero con piano. Esta será la primera vez que toque acompañado de orquesta y también la primera vez con entradas agotadas.
¿Qué representan los autores de estas cadencias para la música académica? ¿Ambas fueron escritas directamente para ti?
Ambas, sí. Fueron regalos. La de Anner (Bylsma), en 2011, y la de Roland (Moser), en 2012. Roland fue alumno del heredero del legado de Bartòk en Budapest, Sandor Veress, quien es uno de los compositores más importantes que ha dado Hungría y que formó a los genios de ahora: Kurtag, Holliger, Roland Mosser, entre otros.
Anner Bylsma es el maestro del chelo barroco, uno de los que más grabaciones para chelo ha hecho. Es la gran referencia en Bach para este instrumento; en (Jean-Pierre) Duport, (Domenico) Gabrielli, Frescobaldi, Haydn; todo el chelo del siglo XVII y comienzos del siglo XVIII lo tiene este hombre grabado insuperablemente. Él tiene ya 77 años y dejó de tocar, por supuesto, pero es mi maestro desde el año 2009.
¿Cómo se siente Edicson, aunque la respuesta sea obvia, cuando es honrado con gestos como estos?
Cada vez que recibo algún gesto tan sublime de estos maestros me siento, al principio, más pequeño que una hormiga, porque siempre me escriben cosas que no se entienden. Hay que descifrarlas, desglosarlas; ver qué significa cada cosa, cada símbolo. Te ponen unas cosas como si te lanzaran a matar (risas), pero bueno, después me doy cuenta que son personas que creen en las cosas que no han visto y que tienen la fantasía e ilusión de que yo a lo mejor las pueda realizar (risas). Me junto con ellos a tratar de hacerlas posible y así cumplimos y logramos sueños juntos; ponemos en la pirámide de la dificultad del repertorio del contrabajo nuevos escalones para ser conquistados y así trabajar por la evolución y el perfeccionamiento de mi instrumento, ¡tan digno que es!
En esa pirámide de la que hablas, ¿qué posición ocupa el concierto de este domingo?
Es un gol histórico poder presentar al contrabajo del siglo XVIII; a un instrumento de la época, con un arco de la época, con una afinación de la época, con el repertorio de la época. Se trata de un concierto genuino y auténtico para ese instrumento en el templo de la música clásica del mundo, como lo es la sala grande del Philharmonie de Berlín. Nunca ha sido presentado ahí el contrabajo vienés. Ahí han tocado solamente un par de bajistas: uno tocó con otra orquesta un concierto escandinavo y el otro tocó un concierto italiano.
Es la presentación más importante que va a tener el contrabajo en los últimos 40 años porque se presenta como un instrumento digno, de igual importancia a la del piano, el chelo, el violín, el clarinete, la flauta, en un rol de solista ¡imagínate! Espero que esto sea solamente una semillita de todo el esplendor, del glorioso destino del contrabajo vienés y todos los tesoros que estaban escondidos.
¿Es el contrabajo vienés el instrumento del siglo VXIII? ¿Qué abarca trabajar con él?
Nadie en el mundo ha pagado el precio de aprender el instrumento del siglo XVIII. Tenemos 18 conciertos de Sperger, cuatro conciertos de Hoffmeister, entre otros, y muchas sonatas de esa época que simplemente no se pueden tocar en el bajo de hoy porque no tiene nada que ver con el instrumento para el que fueron escritas esas obras. Los grandes conciertos tuvieron que ser modificados, arreglados, cortados; le cambiaron el ritmo, hasta las notas. Entonces yo agarré y dije: “voy a pagar el precio”. Aprendí a tocar el instrumento de esa época, con esa afinación (hay que aprender desde cero), y soy el único que ha llevado ese trabajo al escenario.
La inquietud por tocar ese instrumento, ese material como debe ser ¿fue personal? ¿Cuándo surgió?
Me di cuenta que quería hacer esto cuando me dijeron que lo que yo estaba haciendo era una malversación de las obras. Me pregunté: “¿por qué si en realidad los conciertos clásicos son diferentes, nadie los conoce?”, y cuando probé -en el año 2005- que cambié las cuerdas de mi bajo, afiné la cosa más o menos como era, y vi aquella dimensión desconocida, inimaginable, se me voló la tapa de los sesos y dije: “esto lo tiene que saber el mundo”.
Se trata pues de llevar a la luz, desenterrar y dar a conocer tesoros que simplemente no se han abordado y ni se conocen. No ha habido suficientes bajistas que hayan pagado el precio de aprender la afinación de esa época, de afrontar los facsímiles, interpretarlos con un maestro especialista en la época y llevarlos al público, a la luz, a los videos. Mi canal de YouTube está siendo visitado por 116 países, eso es llevar esa información a la globalidad. Eso es lo que me apasiona, lo que me motiva; llevar esa buena nueva a todos mis colegas que ni se imaginan cómo debe sonar el asunto o por dónde vienen los tiros.
¿Tu futuro como músico sigue por ahí, recorriendo este propósito? ¿Qué más quieres explorar?
Solamente le pido a Dios, al Creador, a la vida, que me de salud, que me proteja, que me de motivación por muchas décadas más para seguir documentando, grabando, conociendo y llevando a la luz tantos tesoros que ni yo conozco. Me faltan no menos de 20 obras grandes, de una belleza inimaginable, por conocer, documentar, por difundir a todas las naciones que tengan internet. Más que tocar y hacer una carrera de concertista quiero documentar, documentar, documentar, y aprender todo de memoria, como hasta ahora he hecho todo. Quiero sentirme útil y sentir que hice algo bueno con mi cabeza. Espero que Dios me cumpla ese sueño, porque hoy en día yo soy conocido por ese trabajo, por esas grabaciones únicas, por esas nuevas visiones y dimensiones.