El aplauso de Budapest que emocionó a la Sinfónica Juvenil de Caracas
Los músicos venezolanos fueron ovacionados en una de las salas más importantes de Europa. Ellos emocionaron al público y, al final, el público los emocionó a ellos con su respuesta
Un escenario como el del Concert Centre de la Liszt Academy intimida a cualquiera. Además de ser un recinto visualmente impresionante, se trata de la sala de conciertos de la escuela creada por el gran Franz Liszt, y por la que han pasado músicos de la más alta talla. Tiene casi 140 años. Una estatua inmensa del músico austrohúngaro custodia el edificio. Tocar en Hungría intimida; cómo no hacerlo si es la cuna de éste y otros músicos, como Zoltán Kodály o Béla Bartók. Este 11 de noviembre de 2014, 110 jóvenes venezolanos entraron a esa sala con el peso de un compromiso (las piernas temblaban al subir las escaleras que conducen al escenario), pero la angustia se transformó en valor.
Dirigida por Dietrich Paredes, la Sinfónica Juvenil de Caracas interpretó Sensemayá, de Silvestre Revueltas. Al “Canto para matar una culebra”, le siguió la actuación del contrabajista venezolano Edicson Ruiz, quien ejecutó el Concierto para contrabajo y orquesta, del compositor sueco Rolf Martinsson. Ruiz abrazó el contrabajo con pasión, técnica y virtuosismo, un coctel irresistible para el que ama la música, para el que atesora recuerdos memorables de una sala de conciertos. Para muchos, fue una revelación. A fuerza de aplausos, el público hizo entrar al solista varias veces al escenario.
La SJC interpretó luego la Sinfonía n° 3, también conocida como Sinfonía con órgano, de Camille Saint-Saëns. Cuando Dietrich Paredes bajó la batuta, ya los espectadores estaban convencidos: no importa la edad, no importa el origen geográfico; hace buena música el que tiene el valor de hacerla. Y la Sinfónica Juvenil de Caracas lo tuvo. La respuesta del público fue inmediata: la ovación arropó la sala. Los espectadores comenzaron a aplaudir al compás y de pie. No querían que la orquesta abandonara el escenario. Fue una reacción única en este recinto caracterizado más bien por la sobriedad del aplauso.
Sobre el escenario estaban 110 venezolanos ganando aplausos, que son recibidos como medallas, porque ser aplaudidos en ese teatro, de esa forma, es como ganar un maratón olímpico. Dietrich Paredes, como otros directores venezolanos, no es de los que se para en el podio para ser aplaudido. Se alinea con la orquesta para recibir los halagos con su equipo, pero los músicos hicieron lo único que podían hacer para que su director aceptara una ovación en solitario: no se pararon de sus sillas y, desde allí, también lo aplaudieron. El corazón no cabía en el pecho y las piernas ya no temblaban. Sólo procuraban no ceder a la tentación de dar brincos de emoción.
La gira continúa este viernes 14 de noviembre en un escenario no menos comprometedor: el Musikverein de Viena y, finalmente, el Gotemburg Center Hall, en Gotemburgo, Suecia.