La 3° y 4° sinfonías de Tchaikovsky brillaron con venezolanidad en Los Ángeles
La Orquesta Sinfónica Simón Bolívar y el maestro Gustavo Dudamel ofrecieron al público angelino una emotiva interpretación de dos grandes obras del compositor ruso, en el marco de la residencia artística que llevan a cabo en esa ciudad estadounidense
Los músicos venezolanos tuvieron un hermoso recibimiento en el preludio a su tercer concierto el 24 de febrero: al bajarse del autobús que los condujo al Walt Disney Concert Hall los esperaba un señor en silla de ruedas junto a su esposa, con un bolso térmico repleto de arepas calientes para los “muchachos”.
Se trata de Jairo Rivera, venezolano oriundo de San Cristóbal, estado Táchira, y residenciado en Los Ángeles desde hace 20 años. Este es su segundo encuentro con los músicos venezolanos. “La vez pasada, hace dos años, nos juntamos mi esposa Laura y yo con varios venezolanos e hicimos 500 arepas. Esperamos poder hacer lo mismo para el concierto de mañana, así que estamos buscando voluntarios”, afirmó Rivera, al referirse al concierto que el 25 de febrero ofrecerán los venezolanos junto a la Orquesta Juvenil de los Angeles (YOLA), en la Catedral de Nuestra Señora de Los Ángeles.
Con ese preámbulo, inició una velada muy especial en la que el público, a sala llena, aplaudió durante minutos y de pie la interpretación de las sinfonías 3 y 4 de Piotr Ilich Tchaikovsky. A decir de los presentes, dieron todo: la pasión y el vigor que los caracteriza así lo estableció. No en vano crecieron estudiando e interpretando juntos las obras del compositor ruso durante toda sus etapas de formación dentro del Sistema Nacional de Orquestas y Coros Juveniles e Infantiles de Venezuela.
Los cinco movimientos de la Sinfonía n 3 en re mayor Op. 29, conocida como “La Polaca”, conformaron la primera parte del concierto. Los músicos de la OSSBV coinciden en que la obra tiene un alto nivel de exigencia técnica, como su autor lo señaló en una misiva enviada al compositor y director Nikolai Rimsky-Korsakov en 1875: “Puedo decir que esta sinfonía no tiene particularmente ideas originales o exitosas, pero en términos de estructura y técnica, definitivamente es un paso adelante. Dentro de lo mejor elaborado está el primer movimiento y ambos scherzos, de los cuales el segundo es muy difícil”.
Durante la segunda parte del concierto, sonó la Sinfonía n° 4 Op. 36, considerada junto a la 5ta y 6ta, las más dramáticas y profundamente conmovedoras sinfonías de Tchaikovsky: “No hay en esta cuarta sinfonía una nota que no haya sentido profundamente y que no haya servido de eco a los impulsos sinceros de mi alma”, expresaría el compositor. El destino y la depresión siguen presentes en esta obra, así como la eterna lucha por sobreponerse a ello, resultado de momentos de crisis emocionales y psicológicos acumulados cuando la creaba, en 1877. El suicidio se asomaba en esa época como una posibilidad para Tchaikovsky.
Durante la ejecución de la cuarta sinfonía (una de las favoritas de los músicos y de su director Gustavo Dudamel) cada fila de instrumentos tuvo su propio espacio y personalidad, además de ganar una sonoridad especial gracias a la calidad acústica de la sala. Además, y como es costumbre de los Bolívares -como se les nombra en tierras anglosajonas- hasta la interpretación más dramática tuvo un ingrediente lúdico, incluso hasta humorístico, producto de la complicidad de los músicos, una familia que ha crecido compartiendo atriles.
La velada, que comenzó con un conmovedor recibimiento, culminó con aplausos y bravos que invitaron al maestro Dudamel a salir 5 veces a escena. Mientras tanto, y como es costumbre en los conciertos de los venezolanos en el exterior, una bandera tricolor ondeó en el palco más alto.
La programación del Tchaikovsky Fest, donde los venezolanos comparten protagonismo con la Filarmónica de Los Ángeles (LAPhil), continúa con conciertos el 26 de febrero, cuando se interpreten tres óperas de Tchaikovsky: Hamlet, Op. 67; La Tempestad, Op. 18 y Romeo y Julieta. Como cierre a la residencia de los músicos venezolanos en Los Ángeles, conformarán el 2 de marzo una orquesta binacional junto a la LAPhil, para interpretar juntos, bajo la batuta del maestro Gustavo Dudamel, Capricho italiano, Op. 45; Francesca da Rimini, Op. 32; valses de La bella durmiente; El Cascanueces, Eugene Onegin y Lago de los cisnes, además de 1812. Obertura festiva, Op. 49.