Fernando Rivas obtiene el primer premio Bach de Composición por “El valle de las siete colinas
El joven compositor bolivarense, de 22 años, dirigirá su obra el próximo miércoles 23 de octubre, a las 5:00 p.m., en la Sala Simón Bolívar, junto a la Orquesta Sinfónica Francisco de Miranda.
PRENSA EL SISTEMA
Son 22 años de vida, son cuatro premios, son tres especialidades en música. Para completar la tabla numérica, se trata de “El valle de las siete colinas”. Él es Fernando Rivas, y su música está sonando en las orquestas de El Sistema. Este 15 de octubre, Rivas recibió la noticia de haber ganado el primer premio en el Concurso Internacional Bach de Composición, convocado en Reino Unido, por la obra que recrea a la Upata que lo vio crecer y que le abonó el terreno para ser músico.
El poema sinfónico titulado “El valle de las siete colinas” fue comisionado para celebrar la inauguración de la nueva sede del Centro Académico Regional de Upata, y se escuchó por primera vez el 19 de abril de este año, en el marco del aniversario de ese núcleo. Su autor, Fernando Rivas, es violinista, nació en Ciudad Bolívar y creció en Upata. Actualmente vive entre Caracas y la capital guayanesa, y cursa el último año como compositor en el Conservatorio de Música Simón Bolívar. El próximo miércoles 23 de octubre, a las 5:00 p.m., la obra será dirigida por su autor en la Sala Simón Bolívar del Centro Nacional de Acción Social por la Música (Cnaspm), junto a la Orquesta Sinfónica Francisco de Miranda.
—¿Cómo te sientes con este premio?
—De todos los concursos en los que había aplicado, este es el que menos tenía expectativas porque fue muy impersonal la invitación, que me llegó por correo. Apliqué, me olvidé del concurso, y hace una semana me llegó otro correo, diciéndome que era finalista, y ahí sí me puse nervioso. Después me llegaron las noticias de que había obtenido el primer lugar. Ese fue un placer inmenso para mí y una casualidad, por el tema del concierto.
—¿Qué significa para ti este premio?
—Este premio en particular le tengo cariño, por la obra que mandé. Es una obra muy completa, tiene todo. Tiene una parte muy sentimental, tiene partes en las que uso herramientas de composición muy complejas, tiene partes que hacen referencia a los ancestros de todo el estado Bolívar, me pareció muy simpático y bastante lindo que ahora, además, es una obra premiada.
—¿Estás activo en alguna de las orquestas?
—Estoy dirigiendo como invitado la Orquesta Sinfónica Francisco de Miranda, estoy terminando composición en el Conservatorio (de Música Simón Bolívar), este es mi último año. Y en dirección, no tengo nada formal, pero veo clases con Alfredo Rugeles.
—¿Cómo definirías tu lenguaje compositivo?
—No me atrevo a dar una respuesta concisa, porque como compositor joven es una etapa que todavía está en descubrimiento. Cualquier respuesta que dé ahora, probablemente no sea la misma que en cinco años, por un tema de madurez. Sin embargo, la estética de mis composiciones tiende a la estética moderna, finales del siglo XX, principios del siglo XXI, pero sin llegar a ser vanguardista, si bien hay muchas herramientas de vanguardia. No me podría definir completamente posmoderno. En las últimas composiciones que he hecho, tengo elementos muy nacionalistas, pero por el tema de que los últimos compositores del nacionalismo venezolano fueron Antonio Estévez y el maestro (Inocente) Carreño, y alguien tiene que partir de eso y añadirle las herramientas del siglo XXI, enriquecer y destacar que la música es venezolana. Tenemos que seguir progresando con lo que está haciendo el resto del mundo en la composición en general, y destacar que somos venezolanos y poner parte de nuestra identidad en ello. Entonces, no sé cómo llamarlo. Con el paso del tiempo se irá viendo.
—¿Qué es lo que te llama más la atención de la música venezolana?
—Rítmicamente es una belleza, maneja muy bien una paleta de colores en la orquestación. Pero sobre todo, tiene una utilización motívica muy particular, como esas pequeñas células que suenan a llano, como en la “Cantata Criolla” de (Antonio) Estévez o en las “17 canciones infantiles”. Están en la música del maestro Carreño, en el mismo “Concierto para Orquesta” de Estévez, en “La ciudad de los techos rojos” (del mismo Carreño). También, por ejemplo, en Paul Desenne, él utiliza mucho esos motivos de Simón Díaz. La música venezolana, incluso la popular o la folclórica, tiene un sello que cuando lo pasamos a lo académico genera como una marca que dice “esto está bien hecho” y tiene esa combinación de buen gusto y del atractivo por lo complejo.
Rivas también estrenará la obra “Caronte” el próximo 21 de octubre, a las 4:00 p.m., en el marco del XXII Festival Latinoamericano de Música, en la Sala Fedora Alemán, igualmente del Cnaspm.
—Eres violinista, estás con la dirección, con la composición, ¿cómo te planificas con esas tres actividades tan complejas en la música?
—Sí, son complejas y las tres me encantan. Una complementa la otra, por ejemplo, mucho de la dirección se aprende tocando en la orquesta. Mucho la composición se aprende tocando, pero de dirección se aprende componiendo y de componer también se aprende dirigiendo. Todo se puede llegar a complementar. Si la pregunta no la respondiera yo, se diría “es compositor”, porque los compositores siempre somos menos. Le estoy agarrando bastante cariño a la dirección, me identifico mucho con mi maestro Rugeles, porque cuando hago la retrospectiva, estoy dirigiendo, pero también estoy incluyendo mis obras, y eso aquí no se solía hacer desde que él llegó de Alemania: estaba el repertorio, y de repente una obra de Alfredo Rugeles dirigida por Alfredo Rugeles. Eso me identifica muchísimo, aunque estoy comenzando.
—¿Cómo sientes tu obra con la orquesta? ¿Estás logrando lo que quieres como creador?
—Sí, definitivamente, la orquesta le tiene cariño a la obra, porque es una obra que pone a tocar a todo el mundo, y todo el mundo tiene su dificultad, lo ven como un reto entretenido. Eso es bastante lindo.
—¿Cómo fueron tus inicios en la música?
—Por lo que cuenta mi mamá, desde los tres años, no podía ver nada que sonara porque lo quería tocar. Una vez yo estaba con un primo, y vi que estaban vendiendo unos tambores, y yo le quise pegar. Mi primo me lo compró y fue como mi primer instrumento musical, un tamborcito. Todo lo que sonara, buscaba la manera de darle sonido, una olla, no solo pegándole sino deslizando para explorar su sonido. Cuando lo ves en retrospectiva, parecía un compositor contemporáneo jugando con las cosas locas y los sonidos extraños. Lo único que estaba en Upata en ese momento era la Casa de la Cultura. Mi mamá me inscribió en flauta dulce, y ahí me inicié a los cuatro años, hasta que en el año 2009 abre el núcleo de Upata, y salió la primera camada del núcleo. Y le dicen a mi mamá: “A él le va a ir muy bien en la orquesta”. Empecé con el violín.
—Tú eres fundador del núcleo de Upata.
—Sí, y eso es lo que hace esa conexión más directa del núcleo al ser fundador y ver la nueva sede. Da nostalgia, y la obra da nostalgia, porque está plasmado todo ese camino.
—¿Por qué lo de las siete colinas?
—Hay muchas ciudades que las llaman de las siete colinas, y Upata es una de ellas. Es un valle, y por el clima mismo, tenía una temperatura promedio de 22 grados más o menos, y esas colinas son bastante imponentes. En una de las colinas, el cerro de El Toro, te paras ahí, ves todas las colinas, el paisaje hermoso. Ver un atardecer ahí es una experiencia completamente linda, y más allá de que sean las siete colinas, es representar a Upata. Es todo el camino musical de los que crecimos en El Sistema y el resto de las personas que se puedan identificar con la pieza.
—Hay otros “siete” unidos al estado Bolívar, como “El río de las siete estrellas” de Evencio Castellano ¿coincidencia, homenaje?
—Yo mismo tengo otras composiciones con el número siete. En mayo, en el Festival Europeo Solista, tuve la oportunidad de escuchar mi obra por la (Orquesta) Juan José Landaeta que era que una de las obras participantes, se llama “Las gradas del Purgatorio”, y las gradas son siete. Y tengo un poema sinfónico corto que le hice a Ciudad Bolívar, a principios de año, llamado “La leyenda de la serpiente de siete cabezas”, que es una leyenda de Ciudad Bolívar sobre la serpiente que está debajo de la piedra del medio (en el Orinoco), que lleva años dormida. Tengo esos sietes en mi catálogo, y luego “El río de las siete estrellas” que también habla de esa parte del estado Bolívar, porque está hablando del río Orinoco. Realmente sí fue coincidencia, porque primero me di cuenta muy tarde, que ya tenía los tres 7 de mi catálogo. Tengo esa creencia de que en el compositor nada es casualidad, sino que el compositor lo tiene en el inconsciente y lo hace, y después se da cuenta. Es algo como muy místico.
—Tu obra es muy poética, muy bella ¿cómo la fuiste construyendo?
—Eso fue un estrés. Cuando el gerente estadal de Upata me habla, yo estaba como “en serio, ¿qué hago?”. Es demasiado complejo para mí hablar de Upata en una obra. No tenía esa experiencia descriptiva y quería hacer más cosas para conectarme con la obra. Comencé con lo más básico, a preguntarme cómo me sentía cuando componía solo en mi cuarto, cuando vivía en Upata, lo primero que pasaba cuando llovía, ese olor a tierra mojada, y en ese momento se escuchaban tanto los sapos como los grillos. Ese fue el primer sonido que se me vino a la mente y a partir de eso iba construyendo la temática, construyendo sonoridades. En base a esas sensaciones, qué sentimiento me generó Upata en este momento, para qué estoy haciendo la obra, es nostalgia, y quiero reflejar eso de alguna manera. Luego de la descripción tengo que transmitir fortaleza, porque las colinas son las protectoras de Upata. Quería reflejar lo robusto de las montañas, también buscaba como homenajes a la “Cantata criolla”, esos motivos del llano, unidas a esa fortaleza para reflejar las propias colinas, el sonido del agua, por la lluvia y porque en una de las colinas, llamada La Carata, hay una caída de agua. Todo ese tipo de detalles los iba poniendo en la obra. Me hubiera gustado basarme en un poema, pero no conseguí ninguno en el que hablara de esa forma tan explícita y completa. La última sección de la obra se llama “Danza Yekuana”, que primero decía que la obra tenía que terminar en una celebración porque estamos celebrando la inauguración de la nueva sede del núcleo, tenemos que estar felices. Por esto no puedo dejar un final incógnito. Entonces me puse a investigar a la tribu de los Yekuana, que si bien no es propiamente Upata, porque es mucho más antigua que esas divisiones, estaban en todas las confluencias del río Orinoco. Ellos tenían una celebración muy particular en que tocaban un ritmo de tambor determinado mientras gritaban cada tantos golpes de tambor, y utilizaban caracoles y cuernos para hacer para hacer llamados. Esos tres elementos que estaban en su danza los escribí en la partitura para hacer referencia a toda esa parte rítmica y el ritual de esos ancestros.
—¿Qué otras obras tienes en proceso en la actualidad?
—Estoy trabajando en dos cosas. En una fantasía para viola solista y orquesta de cámara, y una obra para banda sinfónica, dos formatos que me gusta explorar. Desde hace muchos años, me he planteado el concierto de viola porque no hay repertorio, y mucho menos venezolano. Y la banda sinfónica porque estoy en ese proceso de exploración de formatos.
El premio en el Concurso Internacional Bach de Composición es el cuarto galardón que obtiene Fernando Rivas. El primero fue en 2020, cuando ganó el segundo lugar en el concurso Componiendo tu Futuro, organizado por El Sistema y la Organización para las Naciones Unidas (ONU). Luego, en 2021, en el certamen Componiendo Un Nuevo Mundo, de España, se alzó con el primer premio; y en noviembre de 2023, quedó en segundo lugar en el concurso El Piano Venezolano, con una obra para piano solo.
Compartir conocimientos y experiencias es la base fundamental para lograr la interconexión entre los programas inspirados en el Sistema Nacional de Orquestas y Coros Juveniles e Infantiles de Venezuela, cuyo órgano rector es la Fundación Musical Simón Bolívar, ente adscrito al Ministerio del Poder Popular para el Despacho de la Presidencia y Seguimiento de la Gestión de Gobierno de la República Bolivariana de Venezuela.